lunes, 12 de marzo de 2012

Тюльпан


Anteayer he visto, de casualidad, esta película de Sergei Dvortsevoy (Tulpan, 2008). En principio la tomé por un documental improvisado. Luego he visto que, en efecto, el director se formó como documentalista, y el oficio se le nota a cada paso. Llegué al final sin saber si el magro reparto incluía algún actor profesional. Ninguno aparece en los iconostasios de Internet.
Profesionales desde luego no son los numerosos comparsas, algunos con intervenciones casi de actor secundario. Me refiero a los animales. Porque Tulpan es un idilio (a la manera de Teócrito y Mosco), una égloga o bucólica virgiliana, donde los humanos no son ni significan nada fuera del entorno natural, el paisaje y los animales que les dan sentido.

Humorismo
La buena creación pastoril casi siempre incluye un ingrediente de humor intrínseco. Esta comedia sentimental rezuma humor. Empezando por la paradoja del protagonista, Asa, un joven marino de trinquete, recién licenciado de la flota, que todavía con su uniforme y maleta del buque Сахалин vuelve a su tierra, decidido a navegar en la mar de arena por el resto de su vida.
Las películas documentales sobre la vida humana en lugares inhóspitos muchas veces dejan el regusto de lo trágico. Ésta no. Aunque nos sitúa en Bekpat Dala, la ‘Estepa del Hambre’, al sur de Kazajstán, ni por un momento es sombría. Humor y optimismo. Un optimismo algo conformista y hasta convencional, es la verdad. Tal vez sea la sabiduría acumulada de siglos sobreviviendo en la estepa. Un espacio donde sentido común y supervivencia van de la mano, si es que no son la misma cosa.
El argumento, por así llamarlo, es de lo más simple, un pretexto para contar la verdadera historia: la paradoja de otro género de existencia eterna que se extingue sin pena ni gloria, diluida en la globalización. Diluida y, lo que es peor, previamente humillada y banalizada. Esto también forma parte del mensaje humorístico, donde los únicos restos de la cultura material ancestral se reducen a la yurta y al gorro mongol, que los varones se calan para la faena. Todas las demás prendas de vestir proceden del baratillo internacional. ¿Y el azor? ¿Dónde está el ave que, siempre nos han dicho y nos lo han mostrado en auténticos documentales, siempre llevó consigo el caballero de las estepas centrales, patria de la nobilísima cetrería? Aquí, de aves domésticas, ni gallinas; y de presa, sólo los buitres en el cielo, oteando reses muertas.

Ruidos y sonidos
La banda sonora es excelente, porque es esencial. Estereoscópica envolvente, para buenos auriculares. Es una mezcla de ruidos y sonidos, voces animales y humanas, música y canciones. Los personajes hablan en kazako o en ruso, indistintamente, porque son bilingües, con el ruso como lengua ‘culta’. Así por ejemplo, cuando discuten lo hacen en ruso. No sé cómo lo verán nuestros euskaldunizadores.
Los cantares tradicionales son auténticas cantigas, de tonalidad y cadencia extrañamente familiar. Los balidos, rebuznos, relinchos, son parte de una conversación inacabable, impresión de emociones animales primarias, hambre y sed, dolor de parto, apetito de cópula. Cópulas utilitarias, peaje de una vida con pretensiones de perpetuidad. Hasta el galápago que sirve de juguete al niño pequeño, con toda su mudez de quelonio, todavía emplea su caparazón al caer al suelo, para dejar huella sonora.
Otro toque sonoro cargado de intención son los tres pitidos que preceden a los noticiarios. El chico mayorcito, Beke, es un adicto de la radio, a la que dedica todo su tiempo libre. Al final de cada sesión guarda el aparato en un armario verde con una inscripción cursiva pintada a mano con pintura blanca:

Геологоразведечная экспедиция Л/4

Un recuerdo de las campañas de prospección geológica, que el muchacho conoce al dedillo –me da que él será geólogo, si un día puede dejar de ser pastor–, en busca sobre todo de uranio y recursos hídricos.
En el cuerpo inmenso de la Madre Estepa, la radio es el cordón umbilical que une y mantiene vivo al pequeño mundo exterior de la cultura, la noticia y la propaganda. Luego el chaval regurgita la lección aprendida, recitándola a la hora de comer o tomar el te en familia. La radio también da música, y por un instante el final de la habanera de ‘Carmen’ sale de una yurta perdida en el Asia profunda. Y a fe que no desentona de las melodías autóctonas del repertorio de la niña Maha. (A quien no se oye en cambio es a Borodin, ni se le espera.)




       ¿Argumento?
No hay miedo de reventar la película. No es de las de contar, es de ver. Cine en estado puro. Bien, pues si me he enterado, la historia es como sigue:
El joven Asa, licenciado de la Marina Rusa, vuelve a su tierra y de momento es huésped en casa de su hermana mayor, Samal, casada con Ondas, un pastor asalariado de un terrateniente, y madre de dos niños y una niña, Beke, Nuka y Maha. La historia ocurre durante el nomadismo anual de primavera-verano, en la zona asignada por el «camarada patrón», un área inmensa pero de poco provecho.
La idea del ex marino es bien sencilla: ser feliz dueño de hacienda propia para mantener familia. Pero como en las tragedias, y como en los cuentos infantiles, una condición inexorable se interpone: casarse es lo primero, porque sin mujer no hay empleo. Y el cuñado está de acuerdo: el recién venido, que de ganado no entiende ni papa, es un huésped que ya apesta.
Porque además resulta que las cosas no van bien. Demasiados malpartos entre las ovejas. Impresiona el verismo documental del pastor partero, en relación amorosa con la pobre primeriza exhausta, arrancándole del vientre la cría para resucitarla con un boca a boca… No es agradable, desde luego, aunque sí menos visto y menos cruel  que la cadena trófica que nos recitan cada día las cámaras de National Geographic. Saben a qué me refiero; aquello de la vieja dama que se tragó primero una mosca, luego una araña, un gorrión, un gato, un perro… ¿Y todo para qué?:

She swallowed the dog to catch the cat,
She swallowed the cat to catch the bird,
She swallowed the bird to catch the spider,
She swallowed the spider to catch the fly.

Odio de corazón los recordatorios morosos del menú de la Madre Naturaleza devorando a sus hijos, para que ellos en sus entrañas se coman unos a otros. 
       A todo esto, aparece una moto con un veterinario ambulante. Muy cómico el hombre cuando, con el mismo aire experto que ostentaron sus abuelos, los chamanes de la horda, despacha la consulta: «es hambre». Habría que cambiar de pastos, lo que ordene el patrón.

Misteriosa Tulipán
Con todo, el problema de base sigue en pie, casarse. La única moza a tiro (un tiro nada corto, de unos 500 km a la redonda) es Tulipán, hija de un matrimonio tal vez peldaño y medio por encima de Ondas y familia, en la escala social. Por ejemplo, gastan tapices y, sobre todo, espacios de intimidad a base de cortinas.
Es una diferencia finita para un joven voluntarioso como el marinero, y de su experiencia mundana. Sólo que hay una pega: la presunta novia no tiene vocación de pastora y piensa en estudiar.
Graciosísimas las dos visitas a la yurta de esta familia sin nombre propio, la chica acechando tras su cortina. Asa se ha puesto sus galas de marinero, con la pasamanería que le acerque lo más posible a la estampa de un almirante. La embajada la dirige el cuñado;  pero el candidato, para darse valor, lleva también como casamentero a su amigo Boni, un vivalavirgen optimista, que a falta de alfombra mágica hace los repartos por todo el desierto con un viejo tractor no menos mágico. En la cabina lleva él sus ideales en forma de revistas urbanas y recortes de pin-ups, cuyas medidas conoce al dedillo. Él mismo es un urbanita vocacional, devoto de los vicios que sólo la gran ciudad ofrece, aunque los suyos propios no parecen muchos ni graves. Aparte de fumar de vez en cuando un puro algo sospechoso, mirar estampas eróticas y echar un trago, su golosina le ha costado cambiar su dentadura natural por otra de oro macizo, buen pretexto para reír lo que se pueda.

Un golpe de lo más chistoso, en la primera entrevista, cuando Odas en nombre del pretendiente, y como captatio benevolentiae, presenta a los padres de Tulipán una lámpara eléctrica preciosa para vista de día. Sin otra utilidad. Porque, excusado decirlo, en la yurta no hay corriente.
Ahora bien, como el espectador ya adivina desde el principio, la embajada fracasa. Lo que no habríamos adivinado jamás es el pretexto que pone la niña: Asa le disgusta por sus orejas, demasiado grandes y mal plantadas, como soplillos.
Aquí el amigo al quite, saca una revista con la foto del príncipe Carlos y lady Di a toda página, para demostrar por el método geométrico de la yuxtaposición de figuras que Carlos tiene los pabellones auriculares iguales que Asa, orejones  prince-size. ¡Y es un príncipe! Como si nada. Lo malo es que el marinero sale con una preocupación que no tenía: sus orejas. Tratará de paliar el defecto aplastándolas contra el cráneo con una cinta.
A todo esto, la madre de Tulipa no abre la boca, sin duda para que no le entre ninguna de las moscas que planean sobre su mantel, y que ella espanta sin cesar.
Asa intentará un par de veces la negociación directa con la bella invisible, a la puerta cerrada de la cuadra, pasándole requiebros por las rendijas, mostrándole una costumbre marinera. Por lo visto, cada recluta dibuja en el cuello vuelto de la casaca de su uniforme aquello que más desea. Asa trajo del barco su sueño de ser pastor, un dibujo infantil idealizado de la estepa. Dibujo en el que luego incluye un enorme tulipán.
Tanta pesadez colma la paciencia de la madre, que pala en ristre acomete al moscón. Asa derriba la puerta de la cuadra, sólo para descubrir  que su retórica ha sido vana, pues la amada no estaba allí. En su lugar sólo está la cabra, bellísima por cierto, y mucho más sensible que la dueña, dónde va a parar. «¿Debo casarme con una oveja?», había llegado a decir en su despecho el marinero. «Con una oveja no, desde luego», parece decirle la cabra, que compadecida del galán se le acerca amorosamente y le cubre de besos.
En fin, lo inevitable no se puede evitar, ni siquiera en la Estepa del Hambre. Asa se va. Pero de pronto un balido quejumbroso despierta al pastor que lleva dentro. La misma intervención mayéutica y neumática, en una secuencia de ocho interminables minutos, será el examen práctico, la habilitación y licenciatura para ejercer la carrera del pastoreo. Ocho minutos largos, una toma, se dice pronto. Semejante hazaña inspiró el apodo del filme en los festivales donde ha sido premiada (Toronto, Cannes): «La película ‘El parto de la oveja’». Ríanse, pero pónganse en el caso: ¿es que todo el mundo ha visto cómo vienen al mundo los corderitos que nos comemos asados al horno?

Cine sin rebeldía
El mongol que pinta el etnógrafo Dvortsevoy es un ser como fuera del tiempo, para quien el Zar, Stalin o el actual Presidente son sólo nombres. No es un converso ni un liberado del comunismo, porque seguramente nunca ha sentido qué es eso.
Familia real o ideal, tampoco importa demasiado. Creíble, y basta. Una familia conservadora muy unida,  con una unión que se materializa en pequeños ritos. Un ejemplo.  A lo que parece, no hay piojos (¿la censura, tal vez?), pero en su defecto sirven las espinillas. Tendido el padrazo en el suelo, su hijo Beke a caballo sobre su grupa le hace la espalda:

–«¡Mira, la que ha salido!».

Un Demodex de tamaño muy superior al normal es paseado en el extremo del dedo índice ante los ojos, primero de un Odas halagado en su propia potencia sebácea, luego del resto de la familia.
Aunque uno no haya estado nunca en una yurta real, vista la película se hace idea viva. Lo que haya de invención no lo sé, porque como digo no se nota. Leo, por ejemplo, que el rodaje de la película se complicó mucho por la peste de arácnidos y ofidios venenosos que invaden la estepa en primavera. En algo se iría un presupuesto estimado en más de 2 millones de euros, que la verdad, no lucen por ninguna parte.
Aun así, lamenta el autor-director que su obra no ha gustado al gobierno de su país. Los forasteros y la sinécdoque, ya se sabe, pueden imaginar que todo Kazajstán es así de atrasado. ¿Atrasado? Quede tranquilo Nazarbayev y el gobierno que preside. Es de dominio público que en invierno la media de su país es de -13º, que las familias aprovechan para recogerse confortablemente en los poblados, a reparar las yurtas y mandar a los niños a la escuela. Aunque soy extranjero, bien se me alcanza que todo un gran país formado por gentes como las de Tulpan a tiempo completo , ni con el argumento ontológico de San Anselmo es posible.
Me quedo pues, con una alegoría hermosa y un espectáculo entretenido, sin complicaciones. Abajo tiene quien esto lea un espacio todo suyo, para hacerme la caridad de avisarme si sólo soy un tonto simple de buen conformar.


9 comentarios:

  1. No sé si llegaré a ver la peli*, pero ha sido un enorme placer leer esta historia, y tiene razón, la banda sonora es imprescindible, todo suena, suena la desnudez parlante de las cosas esenciales. Las canciones de la cría y el hombre me han emocionado mucho (ni caso, que a mí me emociona hasta un aurresku al oboe); qué ganas de echar a correr detrás de los borriquillos, toda la vida que puja y la extinción que se presiente, qué maravillosamente lo cuenta usted, querido Belosticalle.

    * En realidad, yo sospecho que tal filme no existe, a pesar del sutil empeño del narrador Belosticalle en aducir testimonios y pruebas, y a pesar de que su relato, tras señalar al azar como desencadenante, se apresura a esbozar la biografía de cierto Sergei Hamete Benengeli, formado como documentalista y tal. (¡El viejo truco!).

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    1. ¡Casi me pilla, astuta Elefante!

      Sí, la peli existe, aunque no puedo jurar si es la que yo he visto.
      Yo he ‘visto’ –y por eso me ha impactado– unas familias que gran parte y la peor del año viven hacinadas en un suburbio de lo más vulgar, y que con la primavera se dispersan por el desierto a la campaña de los pastos.
      Son meses de trabajo duro; pero son los meses de la naturaleza y la libertad, en especial para los críos. Con un poco de organización, no me cuesta nada imaginar que pueden ser felices.

      Pero tal vez me confundo, y no hay tal cosa. Sé muy poco de aquello. La primera vez que supe que había Estepas de Asia Central fue por la carpeta de un LP con el poema sinfónico de Borodin.

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  2. Maestro BELOSTICALLE, no conocía esta faceta suya de crítico cinematográfico, y le ruego que siga con ella, pues es magnífica. La sinopsis me ha recordado un poco a Urga, una película de Nikita Mikhalkov, aunque esta parece notablemente más divertida. Debo decir que en aquella, los personajes estaban tratados con cariño, el cuadro general me pareció bastante desolador.

    Y esto “Cópulas utilitarias, peaje de una vida con pretensiones de perpetuidad” me ha recordado decididamente al poema de Borges que termina:

    “…la eternidad está en las cosas
    del tiempo, que son formas presurosas”

    Un abrazo.

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    1. Por haber matado un gato, no me llame ‘matagatos’, amigo Navarth.

      Aunque tampoco es mi primero, pues en esto ya pequé otra vez (y usted lo sabe); posiblemente alguna más. Siempre en torno al mismo género de películas exóticas y como improvisadas, que me recuerdan viajes de uno que fue joven.

      De mi criterio en todo ello, haga como yo, no se fíe mucho. Nos vemos.

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  3. D. Belosticalle:

    Acabo de leer su entrada en el blog de D. Santiago. La película no es que sea poco taquillera. Es, como decirlo, "ardua". Hermosa. Muy hermosa. Y se entiende perfectamente a pesar de no tener ni idea del idioma. Me recuerda mis años mozos, con mucho más pelo, cuando era habitual de los cines llamados de "arte y ensayo". En los cines comerciales también gustaba de ver películas "difíciles": Aguirre, la cólera de Dios, El nacimiento de una nación y cosas así.

    No he comentado nada, hasta ahora, porque iba a ser añadir obviedades a lo escrito por usted. Termino, no obstante, con lo siguiente:

    Gracias por darnos la posibilidad de ver esta película. En los cines de mi ciudad es seguro que no la hubiese podido ver.

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    1. No debió usted hacer caso de la ocurrencia. A veces me da por hacer el ganso (aunque no en Cuba, por ahorrar malentendidos).

      Le envidio, buen catador de cine tiene que ser, sin letreros ni doblaje.
      Yo partí de una emisión en español. Habría preferido una VOS.

      En fin, lo importante es haber compartido el disfrute de un hermoso espectáculo. Un saludo.

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  4. Maestro D. Belosticalle:

    Cuando chaval, yo era de los que se perdían en los desaparecidos "Multicines Hollywood" gijoneses (sesiones a las 16, 18, 20 y 22 horas, por regla general). Y me tragaba un mínimo de dos "pelis". A veces tres. Allí vi "El último vals", "Aguirre, la cólera de Dios", "Empieza el espectáculo", "La encajera" (preciosa Isabelle Huppert)... ¡Qué tiempo tan feliz!

    Basta de batallitas del "Abuelo Cebolleta". Un saludo, D. Belosticalle.

    P.D.: Yo tampoco gusto del ganso caribeño.

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  5. Reboto el enlace a su entrada, don Belosti. Es magnífica y tengo familiares nacidos en la antigua URSS, que la van a disfrutar mucho. Gracias por este regalo.

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    1. Grata noticia, querida Carmen.

      Conozco a unos cuántos españoles que fueron de niños a la URSS, y sin excepción todos tienen cariño al país y amigos allí. Y mira que fueron años duros. Pero muchos tuvieron acceso a buena formación técnica o académica, había nivel de cultura.

      Salude a sus familiares de mi parte, y dígales que si quieren poner aquí un comentario en ruso, yo encantado, porque es una lengua preciosa.

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