lunes, 12 de diciembre de 2011

Papandos de serie


«Nos somos un hombre de nuestro tiempo», dice el papa de la serie ‘Borgia’ a una de sus queridas.
Estoy tratando de seguir el folletín de Tom Fontana en español, qué digo, en exuberante versión española, salpicada de giros anacrónicos, sin poder decir en qué medida traducen el original. La frase transcrita no es una de ellas, pues ‘homo nostri temporis’ es de lo más petrarquiano [1].
No sé si el Alejandro VI verdadero  usó la expresión, o en qué sentido. ¿Sería consciente de haberse inaugurado la  ‘Edad Moderna’ –pólvora y brújula, papel e imprenta, todo eso…? No, no lo creo. Sí se entiende, en cambio, como referencia al nuevo tipo de élites que por entonces inspiraban ‘El Príncipe’ de Maquiavelo (1469-1527) y ‘El Cortesano’ de Castiglione (1478-1529).
Aquella gente ‘de nuestro tiempo’ se destacaba por contraste, gracias a su telón de fondo, la gente de siempre. Pues bien, ‘los de siempre’, ellos y ellas, también percibían el ritmo vertiginoso del cambio. Lo expresaba muy bien en la generación siguiente un interlocutor  muy  joven de Castiglione: el Aretino (1492-1556). Y no me refiero a su paródica ‘La Cortesana’ [2] aunque sí a otra del mismo oficio, puta bien acomodada, nada más empezar el primero de sus Diálogos o ‘Razones’ (Raggionamenti). Aquí la Nana, de palique con su comadre la Antonia, le comenta lo deprisa que se les iba la vida a la mujeres de entonces [3].

Nana. Me encuentro con que mi Pipa cumple los dieciséis, y queriendo sacarle partido, me dice el uno, hazla monja, que amén que ahorrarás tres cuartos de la dote añadirás una santa al calendario. Otro dice, dale marido, que con lo rica que eres ni lo notarás. Alguno me anima a hacerla cortesana de un soplido, con decir que el mundo va mal; y aunque así no fuese, haciéndola cortesana de golpe la haces una señora; y con lo que tú tienes y lo que ella saque en un pispás se convierte en reina…

La Antonia, que bastante tiene con su ‘mal francioso’, no entiende el problema de su amiga:

Nanna. ¿De qué te extrañas?
Antonia. Pues que siendo tú nacida y educada en Roma, a ojos cerrados deberías quitarte de la cabeza esas dudas sobre la Pipa. Dime, ¿tú no has sido monja? –Sí. –¿No tuviste marido? –Lo tuve. –¿No fuiste cortesana? –Fuilo. –Entonces, de las tres cosas, ¿no serías capaz de escoger la mejor? –Virgen Santa, no. –¿Por qué, no? –Porque las monjas, las casadas y las putas hoy viven como antes no se vivía.

Este serial ‘Borgia’, además de flojo, tiene otra pega, y es que a cada paso distrae con sus devaneos de la realidad histórica. Junto a aceptables reconstrucciones (a escala) del viejo Vaticano, y algún otro acierto, de pronto te desconcierta con un despropósito, como en un juego de errores.  También fastidia tanta maldad sin mezcla de bien alguno, como no se tome por tal a Ardicino della Porta Jr. (1434-1493).
Servidor eficaz y honesto de Inocencio VIII, en junio de 1492, con permiso del papa terminal, el purpurado Ardicino se había retirado a un monasterio camaldulense [5].  ¿Temía acaso que a la muerte del papa sus colegas cardenales iban a elegir al mas virtuoso, es decir, a él? Cierto que en 1491 se había presentado en Roma un profeta ambulante, anunciando mala racha hasta 1493, año en que vendría el Angelicus Pastor, el buen papa espiritual, cuyos rasgos cuadraban a Porta. Cierto también que 1492 no era 1493, pero sí una aceptable aproximación profética. Cierto así mismo que en el cónclave de 1492 hubo presiones para sacar al cardenal-monje de su retiro; mas no para hacerle papa –que eso no requería su presencia–, sino porque alguien necesitaba su voto, uno más, para el vice Canciller Borja. Porta Jr. sobrevivió seis meses a la elección de Alejandro, para quien hizo un poco de Pepito Grillo, al menos en la serie.
Sí, el guionista se ha documentado, a lo que se ve, para darse el mérito de la invención. Las pequeñas libertades que se toma no tienen otro objeto, como digo, que poner a prueba al espectador quisquilloso. De las más grandes, y no de todas, ya se va ocupando la Wikipedia
Si la novela histórica tiene alguna virtud, fuera del mero pasatiempo, es enseñar con deleite lo que se desconoce, o mostrar lo conocido bajo otra luz creíble. Lo que no tiene sentido es la falsificación gratuita y mover los personajes como títeres. El guión de cine o TV no tiene por qué reincidir en los disparates de los libretos de ópera.
A estas alturas de un relato que va de mal en peor, por poco hasta me olvido de que fue pretexto para destacar en el reparto a los ‘papandos’, quiero decir, los personajes que intervienen en ‘Borgia’ y que después de Borgia fueron papas. Son tres de los cardenales: Julián de la Róvere (Julio II), Juan de Médicis (León X) y Alejandro Farnesio (Paulo III).

León

       León X (1513-1521) fue el irresponsable responsable de la división de Europa en católica y protestante. A este hijo de Lorenzo de Médicis le despachamos hoy en su alegre corte papal con este elogio del Aretino:

Jamás los cardenales de Roma en las más espléndidas orgías han comido con tanto placer sus currucas y hortelanos. ¡Yo les vi en tiempo de León X, aquellos queridos cardenales del buen Dios! ¡Oh, cómo sus almas cocineras henchían voluptuosamente sus respectivos corpachones! ¿Qué si estaban locos, decís? Dichosos locos, los que en su locura son gratos a sí mismos y a los demás.
Veis aquel famoso papa. No sabría deciros si apreciaba más el talento de los doctos o los chistes de los bufones. Les dispensaba sus favores sin distinción, y los ensalzaba por turno. Si me preguntan quién prefería yo haber sido, Virgilio o el ‘Archipoeta’, no dudaré en responder: éste último. Sí, señores, y sin escrúpulo. El Archipoeta, bebiendo el morapio que le tendía León X, ganaba más que Virgilio Marón lo habría hecho componiendo para él dos mil Eneidas y un millón de Geórgicas. Tenedlo por cierto, señorías, y no os lo quitéis de la cabeza: los grandes señores prefieren los buenos bebedores a los hábiles versificadores [6].

Julio                 
El personaje que hace el actor Dejan Kucik a mí no me sugiere para nada a Giuliano della Rovere. Su físico no se parece en nada al Julio II de las medallas, ni aun descontándole del perfil heroico idealizado las facturillas de la sífilis crónica. Si le quito mentalmente la púrpura y le visto de negro, a quien veo a ratos es a Ignacio de Loyola.
Como tantos cardenales, Julián había salido de la nada. Le humillaba el recuerdo de su niñez, de Albísola a Génova en barca familiar, a la ida peces, a la vuelta cebollas. De allí le sacó su tío Francisco, general franciscano y cardenal, para meterle al convento y darle carrera como la suya. Así fue. En cuanto el tío fue papa Sixto IV (1471-1484), el espabilado nepote fue cardenal (1471) y finalmente papa Julio II (1503-1513). Pero esto sólo tras mucho pelear y perder frente a su rival Rodrigo Borja. De hecho, ni siquiera pudo sucederle de inmediato –sólo después del brevísimo papado-interregno del octogenario Pío III (26 días de otoño de 1503)–, y una vez papa cumplirá su venganza en frío, con damnatio memoriae para la odiada familia.
Pero ni como Juliano ni como Julio el de la Róvere trató nunca de liquidar a quien representaba su mayor peligro: César Borgia. Esta circunstancia ha caldeado algunas mentes, ya desde el siglo XVII, haciendo imaginar que los dos cardenales, Julián y Rodrigo, compartieron cama con Vanoza, la madre de César, y que el padre biológico pudo ser el primero. Precisando más, el propio Róvere habría vertido la especie al propio césar Borja, al objeto de confundirle y neutralizarle.
Padre o no de César, Julián tuvo más descendencia con otras mujeres, tres hijas al menos. Por otra parte, en la serie ‘Borgia’ los dos rivales llegan a las manos porque el genovés llama al catalán ‘marrano’, y éste le devuelve el cumplido llamándole ‘bujarrón’. (Sodomita, para ser exactos; pero en italiano florido se decía así, bugerone [7]). La fama de prendarse de efebos acompañó a Julio II hasta la muerte. Fue la explicación para el cardenalato inexplicable de su amigo Francisco Alidosi, su tolerancia con aquel favorito desaforado, su luto por su asesinato (mayo 1511), dejándose la barba que le pintó Rafael…
Verdad o calumnia, tampoco Róvere se había quedado corto difamando a los Borgia, siendo uno de los creadores de la leyenda negra de Alejandro. Que los historiadores discutan el número exacto de hijos o de queridos de los papas, la verdad, significa poco frente a la propia cuestión de base: que la actividad sexual fue entre ellos cosa ordinaria, incluso sin discreción y con escándalo.
De León X no se habló tanto en ese sentido, ni siquiera a propósito de su fístula anal. Pasó por hombre devoto, pero al mismo tiempo se le atribuyeron bromas impías, y haberse referido al Evangelio como «esa fábula sobre Cristo, tan provechosa para nosotros».

Paulo
Ya que he mentado a san Ignacio, recordaré también que Paulo III (1534-1549) fue el papa de la Compañía de Jesús y del muy jesuítico Concilio de Trento. Lo cual da idea de cierta anchura de mangas y tragaderas del santo varón guipuzcoano al elegirse a tal amigo y emparentar con él, como emparentó con los Borja, siempre puesta la mira en la mayor gloria de Dios y aumento de la Compañía.
Ahora bien, si el parentesco del santo con los Borja fue político, mediante otro personaje santo, Francisco de Borja, biznieto de Alejandro VI, en cambio el parentesco con el papa Farnesio fue espiritual, cuando un nieto del papa, llamado como él AlejandroFarnesio, fue bautizado por san Ignacio de Loyola (1520).  El neófito, ni que decirlo, en el tiempo justo fue cardenal, sin perjuicio de tener también una hija, la bella Clelia. Gran Cardenal, gran príncipe, gran señor, tuvo dinero para vivir a lo grande en palacios de ensueño, y aun le sobró para promocionar a los jesuitas, regalándoles además la iglesia espléndida del Gesù.
El abuelo Alejandro Farnesio Sr., futuro papa, es en ‘Borgia’ el supuesto coetáneo, compañero de estudios, crápula y púrpura de César Borja, como amigo íntimo suyo: una falsedad gratuita, pues el Farnesio había nacido en 1468 y le llevaba siete años. De todo ello la única verdad es que ambos fueron cardenales en la misma promoción (septiembre 1493). César lo fue obviamente por ser hijo-nepote de Alejandro VI. Farnesio, en cambio, por ser hermano de la concubina del papa, Julia la Bella.
Esta elevación y nombramiento se satirizó lo normal y se describió de varios modos: ‘Alexander Cardinalis Farnesius, de Titulo Cunni Sororis’ pudo no ser la expresión más fina, pero sí de las más exactas.
El borrachín astuto y cínico de ‘Borgia’, siempre en la boca el vaso de vino y el silogismo oportuno, el texto canónico o la sentencia moral, será en su edad senil Paulo III. En esta situación remedó extrañamente ciertos rasgos de su predecesor y protector Alejandro VI, sobre todo en su nepotismo y amor de familia, con especial debilidad por su indigno hijo Pedro Luis. Padre e hijo estuvieron muy en boca de todos, empezando por Pasquín, que no se para en barras poniéndoles como hoja de perejil, juntando en el pontífice los vicios de un Alejandro y un Julio.
Margarita de Austria, la hija natural de Carlos V y nuera del papa Clemente VII de Médicis, a sus 15 años es ya viuda. Le han asesinado al marido, y al nuevo papa Farnesio le falta tiempo para pedir su mano para su nietecito Octavio. Les casan, en efecto, y bien a disgusto de ‘Madama’, que hasta posiblemente era de preferencia lesbiana. La extraña conviencia desató rumores.
       El papa Farnesio era buen matemático y un fanático de la astrología. También por ahí le mordieron las pasquinadas. Una de ellas juega con un eclipse de sol, y el supuesto amorío senil incestuoso de Paulo con Madama Margarita[8]:

Quítense allá los de la Astrología,
que mejor que ellos sé pronosticar
a qué se debe el eclipse solar
y de qué calentura el cielo ardía.

Este coglion de sol, que el otro día
se dejó de la luna cabalgar,
haciendo noche a tarde adelantar,
y con asombro nuestro él se corría,

Qué quiere eso decir, tú no lo ignoras:
lo mismo que este papa pecorón
con madama hace eclipse a todas horas,

Así quitando al duquesín castrón [9]
toda fatiga, que si a aquél divierte,
al mocito le da terror de muerte.

El Castillo de Santángelo, presidido no menos que por la estatua de San Miguel por el escudo del papa Borja, es un lugar muy interesante para pasar una jornada entera. Tuve ocasión de hacerlo, entreteniéndome sobre todo en los recuerdos de estos mismo papas: Alejandro, que reconstruyó la mole de Adriano como castillo ‘de su tiempo’; Julio y su Logia, el oratorio de León X… Y de Paulo III la otra logia y los aposentos recién restaurados. Sorprendente el dormitorio del papa, con aquel friso de escenitas más adecuadas tal vez para un viejo verde que para un vicario de Cristo. ‘Hombres de su tiempo’. Hombres, sobre todo, aquellos buenos papas. El Angelicus estaba por venir.
____________________________
[1] Petrarca, Epistolae de Familiar., l. 23, 11 (Ed. I. Fracassetti, Florentiae, 1863, vol. 3, p. 213). Carta a Juan de Bérgamo, peregrino a Jerusalén. Le llama «hombre cristiano de nuestro tiempo». En las cartas, la expresión ‘nostri temporis’ menudea (reyes, literatos, poetas, galenos, pintores, tiranos, legistas, gente en general; también ejemplos, estudios, vicios… de nuestro tiempo...); igualmente de nuestro siglo («crimen saeculi nostri»).
[2] Comedia dedicada, no se olvide, al Gran Cardenal de Trento (Bernardo Clesio), en ella la ‘cortesana’ de Aretino no es menos canónica que su correlato, el cortesano de Castiglione.
[3] Raggionamenti, Cosmopoli, 1600. pp. 17-18 (‘Cosmópolis’ sería Leiden, donde imprimían los Elzevir).
[4] O como apuntó el historiador dominico  Alfonso Chacón, envenenado por órdenes de la Serenísima, pues era Patriarca de Venecia y las instrucciones eran estorbar al español.
[5] El mismo Chacón dice que olivetano (benedictino, en todo caso); y otros hablan de un convento franciscano. M. en febrero 1493 y está enterrado en San Pedro del Vaticano.
[6] El auténtico Archipoeta fue un goliardo alemán del siglo XII, con alguna pieza en Carmina Burana. Pero este otro fue Camilo Querno, poeta latino, tan gran versificador como bebedor, que se introdujo en la corte de León X con un poema, Alexias, en 20.000 versos, y fue coronado con aquel título en el Capitolio. 
[7] No suele venir en los diccionarios pulidos; sí en cambio buggerone, en el sentido de buggerar, decir trolas, ser un liante.
[8] V. Marucci, Pasquinate del Cinque e Seicento. Roma, Salerno, 1988; XCIV (443), pp. 131-132.
[9] Octavio, duquesín castrón por su inmadurez sexual, y como heredero de su padre el Duque de Castro. La pieza es un sonetocaudato, o ‘de cola’, que corto por abreviar. 





1 comentario:

  1. Estos "hombres de nuestro tiempo" eran bastante sinvergüenzas, y algunos también muy simpáticos, como el Aretino. Que me he ido a refrescar en la Wiki y traía (¡apud Panofsky, sobre Tiziano!) el epitafio que se dice que mandó grabar: "Aquí yace Pietro Aretino, poeta toscano / que de todos habla mal, salvo de Dios, / excusándose diciendo: "no lo conozco".

    Me encanta que se enfade con los guionistas de la(s) historia(s).

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