domingo, 31 de julio de 2011

Morir en euskera



Doña Garbiñe Petriati está que no le cabe la indignación en el cuerpo. Y eso que la comparte a medias con don Paul Bilbao. Al margen de sus sentimientos personales, es una indignación profesional, y eso es lo que nos importa, pues nuestro dinero nos cuesta.
En efecto, no se trata de ‘indignados’ a la moda, espontáneos y aficionados por amor a la indignación elevada a arte bella. Nuestra pareja, sin decir por eso que sean mercenarios, cobran. ¿Por indignarse? Claro que no, sólo cuando el guión lo pide. Lo que ocurre es que lo pide siempre; porque su profesión es de las que salen a disgusto diario. Petriati es la directora del Behatoki, el ‘Observatorio de Derechos Lingüísticos’, y con eso está todo dicho. ¿Qué otros derechos hay más insultados y conculcados en toda Euskal Herria? ¿Qué puede verse desde semejante atalaya que no sea horror?

[Hasta el nombre es infausto: behatoki, la sepultura. Ahora lo usan para decir ‘observatorio’; del verbo behatu. Pero eso es vasco-francés, porque en vizcaíno beatu siempre ha sido ‘enterrar’ (poner abajo, en la tumba), no ‘observar’.  Que tampoco iría descaminado, oiga: ‘Sepultura de los Derechos Lingüísticos’.]

En cuanto al Sr. Bilbao, su situación no es más risueña. Desde mayo de 2010 es el secretario general del Kontseilua, el ‘Consejo de los Organismos Sociales del Euskera’, y en estos quince meses no ha tenido para echar por la boca más que declaraciones biliosas. Bien quisiera él anunciarnos lo que la humanidad espera desde hace siete mil años: que por fin la lengua vasca se normaliza. Pues no. Según su Anuario de 2010, las administraciones navarra y vasca «no han avanzado en la normalización» y nuestra marcha es la del cangrejo, porque ambas han reducido sus ayudas, «con la excusa de la crisis». Hasta ahí podíamos llegar. Harto tiene la Corrupia con cebarse en nuestro empleo y bienestar, para que encima le dejen hincarnos el diente también por el euskera.
Bilbao y Petriati van de la mano. En realidad, fue él quien le cedió la dirección del ‘Observatorio/Sepultura’, una excrecencia del propio ‘Consejo’. Por eso comparten sinsabores, día tras día, sin otra compensación, ¡ay!, que el cobro de la nómina a fin de cada mes. Pan amargo, mojado en mocosas lágrimas y bilis atra.
Al rosario de atropellos a los derechos lingüísticos en un País Vasco y Navarro donde no se permite a la ciudadanía «vivir en euskera», acaba de sumarse el último, por ahora. Una Oferta Pública de Empleo (OPE)  para el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza), que doña Garbiñe, sintiéndolo mucho,  pasará a sus servicio jurídicos, porque la puntuación del euskera pierde peso en el examen, y «vamos a analizar si judicialmente se puede hacer frente a la medida, por vulnerar los derechos lingüísticos de la ciudadanía euskaldun (sic)».
Y es que no es sólo la Policía Vasca, no es sola la Justicia Vasca –y no digamos nada de ese Comercio vasco, que se va de rositas sin pagar las multas que dictó el gobierno de Ibarretxe por no rotular y atender como es debido–. También Osakidetza, donde te curan, sí, pero a veces sólo en castellano.
 ¿Tan grave está la cosa? Peor: desesperada. Escuchando a una Petriati al borde del llanto, me pareció oírle contar no sé qué historia de un héroe de esa ciudadanía euscalduna, que lleva seis meses a las puertas de Osakidetza, esperando en vano a ser atendido en vascuence. Y esto sí que pone los pelos de punta.
Nadie venga con que hay enfermedades raras, con muy pocos especialistas  y (mala pata) ninguno vascohablante. Conocemos esos subterfugios. Seguro que esos médicos sin euskera –casi una contradictio in terminis, en este país– se colaron por la manga ancha en eso de la lengua. ¿Y cómo es que (¡en seis meses!) no se ha liberado del compromiso médico a ninguno, para que adquiera un mínimo de nivel lingüístico con que atender a quien lo exige? No estamos hablando de marroquíes ni de zíngaros. Se trata de un conciudadano, a quien se pueda tal vez dejar morir como un perro en la antesala de los servicios sanitarios. Unos servicios de competencia reconocida, salvo en lo esencial, como es el respeto al derecho lingüístico.

Comentando estas cosas con un colega nada sospechoso de anti vasquismo, saltó:
–Pero vamos a ver: para esas reclamaciones, ¿no tenemos al Ararteko? ¿Qué pinta entonces ese behatoki, y la Petriati con sus servicios jurídicos, que debe de costar todo ello un pastón?
Por supuesto que hay Ararteko, amigo mío. Pero entretenido como le tenemos con el asunto de los carteles machistas de Plencia, alguien tiene que hacerle llegar los abusos contra lo más sagrado que tenemos, que es el idioma.
Claro que hay Ararteko. ¿No hemos visto la foto de Lamarca ante una mesa de despacho con una torre babélica de carpetas? Pues demos gracias al Kontseilua y al Behatoki, que se han tomado la molestia de reunir esos miles y miles de casos de vulneración lingüística.
Ciudadanos somos muchos, cada cual hijo de sus padres, cada cual con sus preocupaciones mezquinas. Euskera en cambio sólo tenemos uno al que cuidar. Lo ideal sería un ararteco específico para esto solo. O dos, ararteca y ararteco: Garbiñe y Paul, por amor de la igualdad. Con servicios jurídicos mejor dotados, y todo lo demás que haga falta.
Obviamente, ni Paul ni Garbiñe van por ahí en sus personas detectando infracciones. Para eso nunca faltan espías, chivatos, provocadores o como se diga. Lo justo y equitativo sería remunerar a esta gente –si es que no se hace ya–, metiéndolos en nómina. Se podría crear una cohorte de esbirros, a la manera de los antiguos ‘familiares’ del Santo Oficio. Estos irían por comercios y oficinas, hospitales, juzgados, levantando atestados, denunciando infracciones; incluso provocándolas ellos mismos con astucia, que hay mucho vasco de pega.
Otro de los escándalos denunciado por el ‘Consejo’ que lidera don Paul Bilbao es el recorte presupuestario en la euscaldunización de adultos. ¡Ah! los adultos, esa que llaman «generación perdida» para el eusquera. ¡Con que perdida! Pues si no alcanza el dinero para euscaldunizarles se saca de donde sea. Por ejemplo, gravando a esos adultos con un impuesto especial. Desde que se murió Franco, tiempo han tenido de aprender. En esto de la lengua propia no tiene que haber bula para nadie, y menos para quienes, olvidando su derecho a vivir en euskera, tampoco han cumplido su deber de convertirse en interlocutores de quienes no renuncian a tal derecho.
En cuanto al héroe (¿o era heroína?) de Osakidetza, tal vez estemos a tiempo para salvarle, si sus fueros o sus huevos le consienten ser atendido por un galeno con pinganillos, como los del senador Anasagasti.
El eusquera es más que un lengua, una religión con sus santos apóstoles –como el behatu Paul o la behata Garbiñe–, doctores, confesores y vírgenes. Lo que nos faltaba, mártires. «Sangre de mártires, semilla de euscarianos», lo dijo Tertuliano. Como caiga el primero, miles le seguirán dispuestos, tras haber vivido en eusquera, a morir en eusquera. Derechitos al behatoki.
Y ustedes, Sr. Bilbao, Sra. Petriati, alegren esas caras, que da grima verles en pantalla. Bébanse el medio vaso de abajo. Y sobre todo miren a lo que importa, a ver cuánta gente con el currículo de ustedes ha escalado puestos de tamaña responsabilidad.
Sabemos que su labor es ingrata, de poco lucimiento y menor provecho social. Sabemos todo la mal que les cae el Patxi López y su camarilla de cicateros antivascos. ¿Pues qué esperaban?
Hay quien dice que esto se acaba, es posible. Razón de más para que, por favor, disimulen esas jetas y esos ceños, y no nos regañen como a malos vascos. Porque, si quieren que les diga, cada vez que les veo en ese plan, me hacen ustedes recordar tiempos pretéritos: los cuarenta años que me estuvieron regañando por mal español.
Doña Garbiñe, don Paul y demás familia: cada vez que asoman ustedes apago y me pongo a tararear sin darme cuenta la vieja canción donostiarra… Aquélla... Sí, hombre, con música del maestro Tellería… No recuerdo bien la letra, pero acababa más o menos así:

                            ¡Arriba, esquerras, a vencer,
                            que en Euskaña empieza a amanecer!



7 comentarios:

  1. Se pone malo el ojo de la yegua... vivir en catalán, también.

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  2. Me voy a ir un poco del asunto pero sin salir del tema, porque acabo de tomarme el trabajo (en este caso trabajo etimológico, el de azotes y tres palos) de leer un artículo de Mikel Gorrotxategi Nieto, secretario de la Comisión de Onomástica de la Real Academia de la Lengua Vasca ("Problemas de normativización y normalización de topónimos en áreas romanizadas del occidente de Euskal Herria", Ohienart, 21, 2006, 141-147).
    Quiero ponerle solo una breve cita, referida a las partes que llama "genéricas" de los topónimos, qué hacer con ellos en esas zonas, se pregunta:

    "En el caso de la forma única (Arroyo...) de facto estamos bendiciendo el proceso de castellanización del país, proceso que recordemos está muy cerca de la limpieza étnica".

    Lo interesante de la afirmación es a) que son varias; y b) sobre todo, la profunda confianza con que el autor produce el "recordemos", verbo que contiene una presuposición de existencia y de verdad: recordar es 'traer a la memoria' y hacer presente', recordar no es creer ni fabular; o recuerdas o no recuerdas, pero siempre obliga a asumir que su complemento es un hecho cierto, no admite juicio sobre él.

    Del "occidente de Euskal Herria" que hay en el título no quiero decir nada. No estoy segura (el artículo, por así llamarlo, es en realidad tan torpe como confuso), pero creo que se refiere a la Autrigonia que usted evoca en su presentación, tierra de la que todo parece indicar que ya era profundamente indoeuropea a la llegada de los romanos.

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  3. O séase que para don Mikel, literalmente, «el proceso de castellanización del país está muy cerca de la limpieza étnica».

    La frase en sí ya retrata a un perfecto irresponsable, amén de imprudente, porque por la misma se obliga a demostrar que la euscaldunización actual no sea lo mismo.

    Agradezco, doña Elefante de Guerra, que haya citado la descosida nota de Gorrotxategi, porque en su brevedad retrata la miseria de una Academia que gasta el tiempo en sacralizar… perdón, ‘normativizar y normalizar’ hasta el más recóndito y olvidado topónimo.

    Eso sí: Euskaltzaindia, Plaza Barria, Bilbo. Esteban de Garibay es autoridad para la Real Academia Española desde su primer 'Diccionario'. En cambio, nuestros eusko-talibanes, en algo tan sensible, le ignoran.

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  4. Perdón, he olvidado poner el enlace del artículo citado, para quien guste de leerlo.

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  5. Señor Belosticalle: me parece que es "Barria Emparantza", téngalo en cuenta, no vaya a ser que diciendo Plaza bendiga usted alguna limpieza étnica de esas para recordar.
    Caminando un día por el Casco Viejo de Bilbao, me encontré con la "Gerrikogin kalea", y, tras el desconcierto inicial (es que hacía muchos años de la última vez), me puse a pensar en fajas; me costó bastante llegar al original y con él a mis propios recuerdos. La traducción, además, empobrece notablemente los valores del sufijo -ería de la vieja Cinturería, que no solo expresan actividad sino también locación y abundancia.
    Cuánta pérdida. Y cuánta verdad tiene su título, "Morir en euskera".

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  6. El 15 de septiembre publicaba ‘El Correo’ un artículo, Diez meses de espera para una colonoscopia hasta ser atendido en euskera , con esta entradilla:

    «EA lleva al Parlamento vasco la historia de un vecino de Oñati que, desde hace años, pelea con Osakidetza para reivindicar médicos y enfermeras bilingües.»

    Por lo que veo, se trata del mismo caso al que me he referido. El Sr. Kepa Elortza Odriozola, vecino de Oñate (Guipúzcoa), precisa una colonoscopia desde el 6 de junio de 2010; pero sólo el 13 de abril de 2011 la ha visto realizada, siendo el motivo de tanta (y tan temeraria) demora la decisión del paciente de comunicarse con los facultativos sólo en vascuence.

    Y he aquí que mi propuesta irónica del traductor simultáneo no pertenecía al mundo del absurdo, por surrealista que sea la situación descrita en este párrafo, donde Elortza cuenta a la prensa su experiencia:

    «Fue tremendo. A un lado de la mesa, el médico; al otro yo. En medio un teléfono móvil y un cable con dos auriculares, uno para cada uno. Yo hablaba y alguien traducía al castellano; hablaba el médico y traducía al euskera, pero el traductor lo hacía fatal, con continuos errores en los dos idiomas. Continuamente yo le tenía que corregir», comenta Kepa, quien salió de la consulta con dos cosas muy claras. La primera, que tenía que hacerse una colonoscopia cuanto antes.
    El 13 de abril se la realizó con resultado satisfactorio. La causa de la sangre en las heces no era un tumor, sino hemorroides internas.
    La segunda, superada la prueba médica, Elorza escribió una nueva reclamación -«la decimonovena» que envía a Osakidetza desde 2005- para reiterar su derecho a ser atendido por médicos y enfermeras vascoparlantes, «y que en el caso de que no lo sean -y solo si es imprescindible el uso de un sistema de traducción- que el traductor o traductora se encuentre física y personalmente en la consulta».


    Lo tremendo es que don Kepa está en su derecho. No es la terquedad del paciente. Lo de verdad absurdo es la ley con con su desarrollo normativo da pie a situaciones así.

    Están en su derecho y lo defienden. El caso Elortza puede quedar en anécdota, o al contrario, invitar a una 'huelga de celo’ euscalduna que colapsaría la Sanidad Vasca.

    Un derecho que, además, primando brutalmente el conocimiento del euskera, por encima de los saberes y experiencia en Medicina, nos priva a todos del derecho a tener los mejores facultativos a nuestro alcance.

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