sábado, 9 de enero de 2010

Peregrinando a los Tres Reyes de Colonia




Hacia 1515, como quien dice en vísperas de la rebelión luterana, un maestrillo pazguato escribía a su antiguo profesor en Colonia, lamentando haber cambiado esta ciudad devota y conservadora por Maguncia, predio de traficantes y librepensadores:

«Figuraos, el otro día alguien dijo que no creía que la Túnica sagrada de Tréveris sea la de Nuestro Señor, sino algún andrajo antiguo y piojoso. Y que tampoco creía que en el mundo queden cabellos de la Virgen. A lo que otro repuso que los Tres Reyes de Colonia bien podrían ser tres gañanes de Westfalia. Y que la Espada y el Escudo en la iglesia de San Miguel no son las armas auténticas del arcángel san Miguel. Lo que remató diciendo que se cagaba en los indulgencias de los frailes predicadores, porque son unos payasos que engañan a mujeres y aldeanos. Yo salté: '¡Al fuego, al fuego con este hereje!' Pero él se burló de mí.»

Esta pieza pertenece a las Cartas de Desconocidos –en latín, Epistolae Obscurorum Virorum–, la celebérrima sátira alemana, que desde hace muy poco ya tenemos también en edición española, con ese título de 'desconocidos' que aquí les cuadra por partida doble.

Pero si el corresponsal y la carta eran imaginarios, las reliquias citadas eran bien reales, objeto de veneración y romerías. Tras anteayer nos visitaban los Reyes Magos. Hoy les devolvemos la visita.

«En este año de 1158 se hallaron los cuerpos de los Tres Magos, en una antigua capilla pegada extramuros de Milán, y por miedo del emperador Federico, que venía a poner cerco a la ciudad, los metieron en el casco urbano.» 

Eso anotaba en su Crónica el abad Roberto de Mont-Saint-Michel (Normandía). La guerra entre Milán y Federico I Barbarroja encajaba en el gran conflicto entre el Imperio y el Papado. En su camino imperial a Italia, que Federico hubo de recorrer varias veces, aquel bastión orgulloso de la autonomía lombarda era un estorbo.

Desde su nuevo domicilio en la iglesia de San Eustorgio de Milán, los Reyes Magos no hicieron nada por la ciudad, saqueada y destruida finalmente en 1162. Con Federico, en cambio, se portaron bien aquel año. No sólo pilló la rica capital de Lombardía, sino que el 6 de enero le echaron los Reyes por la chimenea nada menos que sus propias reliquias.

Era un trofeo de gran valor simbólico y político entonces, para afirmar la supremacía del Imperio sobre el Papado en la jefatura de la Iglesia. (Barbarroja no era ningún impío, sino buen cristiano de misa diaria y caritativo con los pobres. Sólo que él y los papas no iban de acuerdo en política, eso era todo.)

La idea de promocionar a los Santos Reyes fue de Reinaldo de Dassel, canciller del Reich. Pero Reinaldo era a la vez el arzobispo de Colonia. Para un eclesiástico, lo más precioso del botín milanés eran las reliquias. Así, tras generoso obsequio de ellas a los colegas arzobispos germánicos, él, como quien bien reparte, se quedó con el mejor lote para su catedral de Colonia (1164).

Nada más justo. Pero, ¿qué era lo que unos años antes habían encontrado los milaneses en la cripta de una capilla dedicada a los santos Reyes Magos?

El hallazgo o 'invención' (inventio) de una tumba importante olvidada quedaba mejor si ofrecía alguna sorpresa. Los cuerpos de los héroes antiguos, en buena ley del género 'inventivo', debían aparecer intactos y correctamente vestidos, pero sobre todo ser de estatura superior a la normal (mirae magnitudinis). El sarcófago que todavía existe en San Eustorgio de Milán es una mole de mármol de más de 3 m de longitud y otro tanto de altura por 2 m de ancho: más que suficiente para el descanso cómodo de tres buenos mozos. Dicho continente quedó en su sitio, y sólo el contenido viajó a Colonia en tres ataúdes.

Pero ¿qué contenido? ¿cuerpos, osamentas? Nuestro corresponsal de las Cartas de Desconocidos estaba pensando, igual que sus interlocutores, en cuerpos incorruptos, que los rayos X de la fe adivinaban en la rica urna de Colonia, la joya más rica de la orfebrería románica. El citado cronista Abad de Saint-Michel, al dar noticia del traslado se refiere también a 'cuerpos', y precisando más dice de ellos:

«Según me aseguró uno que vio a los Reyes Magos, por el aspecto del rostro y del cabello, el primero representaba unos 15 años, el segundo 30 y el tercero 60.»

Algún escéptico pensará: «¡Qué lástima, sólo tres cuerpos! De haber sido algunos más, seis o siete, por esa misma proporción geométrica el testigo podría habernos descrito la apariencia física de los patriarcas antediluvianos, incluido Matusalén, que no pasó de los 969 porque le pilló el Diluvio.» (Esto último no lo dice la Biblia expresamente, pero mi escéptico ha sacado la cuenta, y es lo que le da.)

Aquel hallazgo y traslación a Colonia tuvo gran eco en el Sacro Imperio Germánico. A todo esto era papa Rolando Bandinelli, Alejandro III (1159-1181), que ya desde el mismo cónclave tuvo problemas. En una escena grotesca, el cardenal Octaviano su rival le arrancó la capa para ponérsela él mismo, y en un toma y daca de empellones y tirones terminó enjaretándosela del revés. Unos rieron la gracia, a otros les pareció de mal augurio.

La verdad, ni uno ni otro agradaban al pueblo romano, que prefería la República a la monarquía papal. Octaviano era noble, y con apoyo de los suyos fue antipapa, con el nombre de Víctor IV.

Alejandro III buscó apoyo en el reino normando que controlaba el sur de Italia. Federico Barbarroja lógicamente se pronunció por Víctor, y a la muerte de éste (abril de 1164), asesorado por su canciller Dassel, puso a Pascual III. Así que, aprovechando la coincidencia con la operación 'Reyes Magos' a Colonia, éste antipapa la coronó canonizando nada menos que a san... ¡¡¡Carlomagno!!!


Legitimado con tales apoyos en el cielo y la tierra, Barbarroja siguió su política con varia fortuna. Su inteligencia le llevaría a reconciliarse con el papado, y su espíritu caballeresco a alistarse con su hijo Federico en la III Cruzada. Su sueño era medirse con el gran Saladino. No lo consiguió. Victorioso en Iconio (Anatolia), el agua helada del río Salef en un día caluroso acabó con él.
Su hijo metió el cuerpo en vinagre con salmuera, con idea de enterrarlo en Jerusalén. Finalmente la momia, muy deteriorada, descansó en la iglesia rupestre de San Pedro de Antioquía. Para unos, la primera catedral del Apóstol, antes de instalarse en Roma como primer papa de la Iglesia. Aunque también antes, según los arqueólogos, aquella gruta habría sido una de las 'Puertas del Infierno'. Y he de confesar que algo de eso me pareció a mí cuando la visité, hace una partida de años.
En la catedral de Colonia he estado varias veces, cuando el Arca de los Tres Reyes Magos no estaba tan protegida como hoy, en una cámara acorazada. Aquí quedamos, en este ambiente entre fantástico y devoto, contemplando la obra de arte, antes de asomarnos a su interior. Hasta la próxima.






5 comentarios:

  1. Los tres reyes magos... una pluma del Arcangel San Gabriel... ¡el santo prepucio de Nuestro Señor Jesucristo...!
    El mercadeo de las reliquias ha sido uno de los aspectos más pedestres de la religiosidad cristiana.
    "Adoradores de cadáveres", dicen que les llamaban los antiguos romanos.

    Con todo, la naturaleza de la fe es mucho más compleja, pudiendo sepultar en devoción las supercherías más burdas:
    Puede ser hasta risible la historia de los restos de un Apóstol, hallados a miles de kilómetros del lugar donde murió... o la imágen de una Virgen que un pastor encontró pintada en su capote... pero esos objetos han concitado sobre sí la necesidad humana de venerar, de creer...

    He estado en Santiago y en Guadalupe, y no es en superchería y fraude en lo que uno piensa.
    Hay algo más allí que huesos y telas viejas.

    Qué animales tan raros somos los humanos.

    Un abrazo, maestro.

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  2. Gracias por su comentario, amigo SANS-FOY.

    El culto a los muertos, como el culto a los vivos, tiene su veta de superstición. Pero yo también creo que la fe es otra cosa. Aunque sólo sea ilusión, pero otra ilusión.
    A un supersticioso es imposible envidarle, mientras que un creyente puede ser envidiable por su fe.
    ¿Una droga? También la aspirina es droga. Con un dolor de muelas, el que tiene aspirina (y le hace efecto) se alivia, el que no, se amuela.

    Pero la fe no se expende en botica. Se es creyente, como se es poeta, o matemático, o se tiene oído musical... o simplemente, oído.

    Y aun así, ¿creer, en qué? Dónde empieza la reflexión y la opción, y dónde acaba la educación y el adoctrinamiento: esa es la cuestión.

    Estas historias las escribo porque yo también tengo mi fe. Porque me salen de dentro, como a Ud. sus poemas.
    Al hacerlo, expreso que no soy un desarraigado, muy al contrario, estoy contento de ser ciudadano de toda la parte del mundo que me ha tocado en suerte vivir.
    Y me siento mejor, digo, más a gusto.

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  3. Buenas y gélidas noches, Belosticalle.
    Por tercera vez he dejado pasar la oportunidad de publicitar su fantástica página en el Blog de Santi.Obligaciones navideñas me han tenido un poco despistada. A ver si retomo la afición, que me encanta.
    Y los dos comentarios de hoy, son ejemplo de la bonhomía que caracteriza al Vate de los Faros y al Buen Maestro. Yo estoy con el segundo, pues he envidiado siempre a aquellos que disfrutan de la fe.Y siempre he sospechado que más que una cuestión de razocinio, es una cuestión de voluntad. Y claro, así no tiene gracia(en ningún sentido).
    Lo que si tiene gracia y de la considerada como bendición, es disfrutar de los escritos de ustedes dos, dos tesoros escondidos que sólo unos privilegiados disfrutamos.

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  4. Gélidas, Pussy. Gélidas y muy tristes para nosotros.
    Nuestro gato Eneco va a dejar solita a su mama Tigridia. Lo cual es mal presagio también para ella, que es muy mayor.
    ¡Qué buenos ratos nos dan estos bichitos! Usted lo sabe bien. Algo que se parece bastante a la felicidad.

    Por la publicidad no preocuparse. He sabido de sus deberes en intendencia familiar, atenta a la criança por ambos extremos del tubo digestivo, termas a la romana y todo eso. Sin descuidar el secado de su propia baba, a intervalos regulares...
    Me estoy acordando, no sé bien por qué, de las partidas de nacimiento antiguas, que ponían al margen: «Dios le críe para su gran siervo». Aquello sí que era fe.

    Un gran abrazo.

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  5. Siempre resulta interesante leerle, señor mío. Mis felicitaciones

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