miércoles, 29 de julio de 2009

A vueltas con lo vasco




 

Por una experiencia estrictamente familiar, tengo la idea de que el término 'vasco', tan extendido hoy, estaba mucho más restringido en la época de mis abuelos. Recordando …, me queda la impresión de que para ellos el término 'vasco' era algo que sólo usaban para 'pelota vasca', para 'Pais Vasco' (el de Francia), y poco más. Que la idea de 'cultura vasca' es algo que les hubiera producido una carcajada, y que el término aplicado a una persona les hubiera resultado directamente ofensivo.
La pregunta es: ¿En qué contexto / significado figura el término 'vasco' en la literatura de, digamos, antes … de Arana? ¿Aparece con su significado moderno con alguna frecuencia?
Por supuesto, digo esctrictamente 'vasco'. No vale ni euskérico, ni euskalerríaco, ni vascongado, ni cualquier otra variable que podría parecer comparable, pero es bien distinta.

Esto decía y preguntaba PLAZAEME (27 de julio, 20:43), como puede verse completo en su lugar, junto con mi respuesta de alcance, donde le ofrecí tocar el tema, no sin antes «invocar a santa Ana y a los Catorce Auxiliadores».
Ahora (resuelto un problema de conectividad a Internet), he ahí la pregunta y mi reflexión, bien poco autorizada en verdad, sobre esa faceta de la 'cuestión vasca'.

1. Si se permite empezar con una boutade, el término vasco es traducción del alemán, die Basken, baskisch, 'los vascos', 'lo vasco', a través del francés, basque. Es un modo de recordar que los vascos del siglo XIX se enteraron de que también podían denominarse así, porque así era como les llamaban estudiosos foráneos de la etnia y lengua éuscara o vascongada, como el alemán Alejandro de Humboldt (1769-1859)(foto), o el francés Luis Luciano Bonaparte (1813-1891).
No obstante, la prioridad de hecho respecto a España fue francesa. Basques era sinónimos de aquitanos, los franceses de Aquitania-Gascuña, incluido el Pays Basque. El origen del término es oscuro, aunque es patente su relación con gascón, equivalente a vascón. No faltó la seudoetimología: basco, de baso, monte (la gente montaraz).

2. Antiguamente los nombres de pueblos y gentes eran plurales: Vascones. En los autores latinos, eran una de las 'tribus' entre el Pirineo occidental y el Ebro, junto con los Varduli, Caristii y Autrigones. Superpuestos al mapa moderno regional, es debatida la correspondencia con las provincias de Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya nuclear y Encartaciones/Mena/Merindades de Castilla-Vieja.
Este esquema deja fuera a los vascos franceses (lo que ahora llaman los nacionalistas Iparralde). Algún tiempo se supuso que eran 'invasores', procedentes del país vasco-navarro español (lo que ahora se llama en nacionalista Egoalde). Coincidiendo en parte con esa idea, la citada prioridad del francés basque respecto al español vasco ha hecho que a menudo 'vasco' haya significado 'vasco francés', o bien como adjetivo, lo propio de allí.

3. La gente de 'aquí' se llamaron primero vascones (o báscones). La toponimia de repoblación medieval registra nombres relacionados, como Báscones, Vasconcillos, Bascuñana (Basconiana) etc. En toda la época goda y hasta la Baja Edad Media se habla de vascones. En el siglo XV aparece vizcaíno, que terminará suplantando a vascón. Pero, como me hace notar Jon Juaristi*, en Lope García de Salazar era todavía término nobiliario, reservado a las Familias de los 'Parientes Mayores' que se repartían el señorío. Liquidadas las guerras banderizas, vizcaíno se extiende a todos los naturales de Vizcaya, y aun a todo el País Vasco, donde se hablaba el 'vizcaíno' o vascuence (eusquera).
Una consecuencia de tal generalización fue que el sello nobiliario del término se generalizó en forma de 'hidalguía general', que funcionó como privilegio foral hasta la abolición de los estamentos nobiliarios. Para toda Cantabria y Castilla, vizcaínos eran todos los que hablaban el vizcaíno o vascuence, a menudo con connotaciones no tan positivas. (Ya Iturriza recogió la 'etimología' Bizcaínos, bis Caines –doblemente Caínes−, tan improbable para puesta en la augusta boca de nuestro frustrado conquistador romano.)

4. En la época de la Ilustración (siglo XVIII) se usa mucho el término 'vascongado'. A algunos les ha molestado ese nombre, y recuerdo que el desaparecido filólogo Hendrike (no sé si lo escribo bien) Knörr arremetía contra la denominación 'Provincias Vascongadas', suponiéndola más joven de lo que es, pero sobre todo atribuyéndole valor, que no tiene, de sujeto pasivo: «¿vascongadas, por quién?», preguntaba retóricamente. ('Vascongado' existe al menos desde el siglo XVI.)
De aquel siglo XVIII data la todavía viva Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, con el lema bíblico juaneo (1 Juan, 5: 7-8), Irurac bat, mero deseo piadoso, por lo que respecta a las tres Provincias Vascongadas. La difusión de sociedades ilustradas filiales o similares dio pie a la extensión Laurac bat, comprendiendo también a Navarra, pero no con el anhelo anexionista de hoy, ni nada parecido.

5. El primer romanticismo, con Herder (m. en 1803, un siglo antes que Sabino Arana) supondrá un redescubrimiento del 'pueblo de los Vascos', con todas sus consecuencias ideológico-políticas, pero también como cosa de interés científico, en especial en la lengua. Humboldt, el gran científico universal romántico, fue también el divulgador universal del término 'vasco', aplicado a unas gentes y a su lengua. Humboldt era prusiano, pero aparte de conocer el español, la lengua científica de la época era el francés.
A fines de aquel siglo XVIII y principios del XIX ya la influencia francesa ha introducido aquí el galicismo 'vasco'. Pero un Mogel, o un Astarloa, todavía no dicen, por ejemplo, «Fulano es vasco», o «nosotros los vascos». Lo emplean como adjetivo, sobre todo para la lengua vasca, la que antes se llamaba lengua vizcaína o vascongada y vascuence. Vascuence (del adverbio latino vasconice, 'a la [manera] vascona') es el equivalente literal castellano de eusquera; pero 'el vascuence' ha tenido también la acepción geográfica de 'el territorio donde domina el vascuence'.
Aquella primera entrada tímida de 'vasco' al sur de Pirineos será seguida por la incursión en tromba del mismo término, ya en la época romántica, y su implantación en la post-romántica, es decir, a lo largo del siglo XIX. 'Vasco' seguirá siendo adjetivo; pero más importante es su consagración como sustantivo, suplantando a los viejos términos como nombre principal gentilicio: los vascos. Así el navarro Navarro Villoslada subtitula su novela romántica imaginaria, Amaya, o los Vascos en el siglo VIII (desde 1877).
Es por otra parte una época empapada en las fantasías y paparruchas dieciochescas del 'celtismo-druidismo' y las supercherías osiánicas. Dejado el estudio de lo vasco en manos de diletantes, el resultado se puede imaginar.

6. Todo esto es anterior a Sabino Arana y al nacionalismo vasco. Los vascólogos, que escriben, hablan y piensan fundamentalmente en términos y categorías, digamos, erdéricas, no-vascas, usarán 'vasco' como término principal, en paridad con 'vascongado' como adjetivo, reservando para momentos más líricos términos como 'vascón', 'éuscaro', 'euscariano' y otros. Unamuno, por ejemplo, en artículos escritos por los años 80, que recogerá en De mi País («País Vasco»), puede decir indistintamente «nosotros los vascongados», o bien «los vascos».
En cuanto a euscaldun, que de suyo designa al 'dotado de vascuence' o poseedor de la lengua vasca, al cavilador Sabino Arana le pareció que, en un momento en que muchos vascos no eran 'euskaldunes', convenía inventar término para ellos, ya que a todos iba dirigida la buena nueva de la patria nacional, Euzkadi*. De ahí surgió el neologismo sabiniano euzkotarra (oriundo de Euzkadi). Sin embargo, Arana como político no estuvo muy volcado en los vascos, sino en los vizcaínos o bizkaitarras. Su Partido Nacionalista Vasco tuvo como nombre de origen JELZ, acrónimo de Jaungoikoa Eta Legi-Zarrak (Dios y Leyes Viejas). De hecho, el afiliado o simpatizante del partido, y el propio partido, se llama jeltzale. En los años 70-80, Unamuno es más 'vasquista' que Arana.
Arana muere en 1903. Desde principio del siglo hasta 1920 aproximadamente, lo 'vasco' cobra y goza de gran prestigio, no necesariamente nacionalista. Se funda la Sociedad de Estudios Vascos, una Academia de la Lengua Vasca.

7. PLAZAEME en su exordio se ha referido a experiencias personales limitadas. Más o menos, todo es limitado, relativo, concreto y, sobre todo, mudable. El reciente fraude de Veleia, con todo lo lamentable y grotesco que ha sido, tiene al menos una enseñanza. Las inscripciones en vascuence, saludadas con inexplicable alborozo por una autoridad académica como el citado Knörr, se vinieron abajo en cuanto alguien inteligente las leyó y… las entendió. Bastante milagro es el eusquera real, como para colgarle ese milagro imposible, a saber, una fijeza que permitiera a un escritor del siglo III-IV comunicarse con cierta fluidez con lectores del XXI, cuando un euskaldun corriente de hoy tropieza en los textos vascos del siglo XVI-XVII. Todo evoluciona, hasta las lenguas milenarias, y también los vascos que, de puro antiguos, «no datamos». En efecto, pasa lo mismo con la 'raza'. Físicamente, los vascos como grupo humano son semejantes a su entorno racial atlanto-mediterráneo, aunque un acusado aislamiento haya acentuado algunas diferencias desde época incierta. La hipótesis de una raza preindoeuropea relíctica está en entredicho. Una tipología 'vasca' es más clara para los pintores y escultores post-románticos que para los antropólogos.
Visto muy por encima el origen intelectual de 'vasco' en su acepción moderna, tampoco debe sorprendernos, por una parte, cierta evolución semántica en este tiempo de unos 200 años, y por otra, la asimilación desigual de voces y acepciones en distintas áreas, momentos y hasta pueblos o barrios.
Al término euscaldún se opone erdeldún (ya discutido aquí en otra ocasión), que significa 'el que posee el no-vascuence'. Es pues ante todo una referencia lingüística. Sin embargo, en Caro Baroja leo que, siendo niño, en Vera de Bidasoa, algunos lo aplicaban a modas de vestir exóticas, 'no vascas'. Me dice Juaristi que en Maeztu, donde veraneaba, los veraneantes eran los 'vascos'. Y yo mismo recuerdo de niño y joven haber oído en la familia y entorno expresiones como 'muy vasco', para referirse a gente destacada por su acento, modismos de lenguaje o formas de vestir aldeanas (mujeres 'de pañuelo a la cabeza', bien entendido, el pañuelo negro con orejitas, que tan magistralmente se anudaba la madre de mi aña, aldeana ayalesa).
Finalmente, como curiosidad, recuerdo por los años 40 el uso corriente de vasco como sinónimo de bueno o excelente; pero jamás oído por mí en el País Vasco, sino en tierras de León.

8. Ser o no ser vasco (Espasa, 1998), es una recolección de artículos de don Julio Caro Baroja; un titulo puesto, a lo que veo, por el compilador y amigo mío Antonio Carreira. Se puede ser vasco como ser judío: quien dice que lo es. Se puede ser vasco como ser bilbaíno: naciendo donde a uno le da la gana. Se puede incluso ser y no ser vasco al mismo tiempo, como es mi caso: vasco, como nacido en Vasconia, hijo de padres vascos en igual sentido, ciudadano de la Comunidad Autónoma Vasca; pero no-vasco, por no tener ni un solo apellido vasco conocido, ningún antepasado vasco demostrable, y desde luego, por no experimentar en absoluto ciertos pálpitos que los que se nombran abertzales aseguran sentir, en relación con 'lo nuestro, lo vasco'. En esto último, como en identificar 'lo vasco' como 'lo nuestro', lo identitario frente a 'los otros', renuncio a toda pretensión de vasquidad, incluso ante testigos y notario, si no hay otro remedio.

* Agradezco a Jon su información y datos sobre el tema, sin hacerle responsable de errores, deformaciones y malentendidos, exclusivamente míos. La bibliografía de Jon Juaristi es bien conocida y asequible.

** El neologismo sabiniano Euzkadi se ha criticado como incorrecto, porque el sufijo –adi es propio de especies vegetales. Sin decir que la palabra me guste ni poco ni mucho, pienso que Arana pudo inspirarse en gizadi, 'gentío'.


domingo, 26 de julio de 2009

Hoy, Santa Ana


A mi Ana, y a todas las Anas.

Vergine madre, figlia del tuo figlio. Con este par bien puesto de oximorones abre San Bernardo su panegírico en honor de María, desde el púlpito del empíreo, ante la Corte Celestial. Al menos, eso dice Dante que vio y oyó, al abrir el último canto de su Comedia.

Entre los oyentes del Doctor Melifluo, una Matrona reventando de orgullo pasea la vista por aquel excelso auditorio, como diciendo a todos los inmortales: «¿Qué os parece? Maravilloso, ¿verdad? ¡Pues la madre y la abuela SOY YO…!»

En efecto, la Matrona no se sienta en un lugar cualquiera, sino a juego con San Pedro, nada menos:

Di contr' a Pietro vedi seder Anna,
tanto contenta di mirar sua figlia,
che non move occhi per cantare 'Osanna'.

Disculpable ripio: Ana… 'Hosana'. ¿Y por qué había de virar los ojos una santa para entonar el 'hosana'? Quiere decirnos el divino Alighieri, que tan embelesada estaba la buena Señora oyendo las alabanzas de su Hija, que ni se acordó de volver la vista al trono del Dios Trino para rendir alabanza. Disculpable ripio en el poeta, y disculpable falta de protocolo en la Santa.

En la mitología cristiana, Santa Ana vino a ocupar el lugar de alguna diosa desplazada. Lo que no sabemos es de quién. Teniendo en cuenta su función parental, se ha pensado en distintas divinidades genésicas, patronas de la fecundidad, la gestación y el parto.

Pero por la fonética del nombre, la figura más parecida sería la itálica Anna, si ésta misma no fuese un misterio. Anna Porenna se hizo más popular como Perenna, porque en latín daba juego de palabras: la 'Patrona de Todo el Año, y de Todos los Años'.Mejorando el desiderátum de Alicia, que se conformaba con celebrar el no-cumpleaños, Anna no descansaba un solo día, aunque sin renunciar a su fiesta propia. Noche gozosa de plenilunio, plazas y descampados florecidos de tenderetes de ramaje, más bien indiscretos, donde las parejas se encuentran, retozan, se invitan, brindan todos por todos, tantos años de vida cuantos vasos de vino aguante el cuerpo… Así lo pinta Ovidio, bien como descripción de lo real o sólo como propuesta de futuro. Porque no lo olvidemos: la Roma preautonómica de Augusto ya practicaba el deporte de inventarse tradiciones propias.

El matrimonio Joaquín/Ana vino a ser una protesta lógica contra los evangelistas Mateo y Lucas, que por motivos políticos se limitaron a recoger supuestas genealogías de Jesucristo sólo por parte de su padre José. Al afirmarse la idea de Jesús sin padre carnal, hijo virginal de María, se hizo inevitable dar nombre a una pareja de la tribu de Judá y linaje de Jesé por David. Ana, la abuela de Jesús, recibe el nombre bíblico de la madre del gran profeta Samuel, el artífice de la monarquía hebrea y el que finalmente consagró a David como rey dinástico.

Todavía hubo algún forofo que, rizando el rizo, imaginó concepción virginal también para la madre de la Virgen. Vade retro! Contra semejante idea, el clero encarga a los imagineros que representen a Joaquín y Ana en casto abrazo. Así les vemos en equilibrio subidos sobre el Árbol de Jesé, de la mano maestra de Gil de Siloé, en la catedral de Burgos, Capilla de la Concepción o de Santa Ana.

Ya tenemos dos nombres, dos personajes; sólo falta la novela. Nos la cuenta el apócrifo Protoevangelio de Santiago. Con intriga desde el principio; porque la pareja elegida, gente importante entre los primates de Israel, lleva muchos años estéril. ¿No sufrieron el mismo contratiempo Abraham y Sara? Así se muestra mejor el poder divino, anunciándose por una señal.

Esta vez, la señal para Ana mientras oraba en su huerto fue ver una pajarita incubando en un nido. «¡Ah, si yo fuese como ella!...» Sólo decirlo, y hete aquí al ángel de turno, portador de buena esperanza...

Mas no todo iba a ser así de simple. Aquella preñez tardía levantó murmullos. En situaciones tales se aplicaba una ordalía peligrosa: beber ambos sospechosos la 'copa maldita'. Por supuesto, el veneno letal no hizo efecto.

«¿Fue monógama Santa Ana? ¿Tuvo sólo a la Madre de Dios?» Valientes preguntas. Pues valientes o no, se las hacen sin rodeos los padres 'bolandos', es decir, los jesuitas autores de la saga monumental Acta Sanctorum.

Entre los siglos XV-XVI santa Ana estuvo muy de moda, sin que su devoción impidiera entre los sabios disputas furiosas, con algún insulto que otro, de rigor entre humanistas teólogos. La opinión más exagerada quería que la santa fue trígama consecutiva, con una hija María de cada marido. Lo resumen estos versos del siglo XIV:

Anna tribus nupsit, Joachim, Cleophæ, Salomæque;
Ex quibus ipsa viris peperit tres Anna Marias,
Quas duxere Joseph, Alphæus, Zebedæusque.
Prima Jesum, Jacobum Joseph cum Simone Judam
Altera dat, Jacobum dat tertia datque Joannem.

[Ana, con tres casada, Joaquín, Cleofás y Saloma,/ de sus tres maridos parió Ana a las Tres Marías,/ que unidas a José, Alfeo y Zebedeo, respectivamente,/ a Jesús la primera tuvo; a Santiago, a José y a Simón Judas / la segunda; la tercera a Santiago y por último a Juan.]

Por si había dudas, intervino una célebre visionaria, santa Nicolette, conocida popularmente como Coleta († 1447). Esta santa franciscana tenía por costumbre invocar a muchas santas, siempre que fuesen vírgenes. Quiere decirse que Ana no era santa de su devoción. Tales descuidos se pagan, aunque en este caso no hubo castigo, sólo una advertencia. En una de aquellas invocaciones, se le aparece Santa Ana en toda su pompa y gloria, mostrándole a sus tres hijas como tres soles, junto con todos sus nietos, todos santos: a María la de Santiago, llevando en brazos y de la mano a sus cuatro vástagos Santiago el Menor, Simón, Judas, y José llamado el Justo; a María Salomé, llevando igualmente a Santiago el Mayor y a san Juan Evangelista; pero por delante de ellas, a María con el niño Jesús. «Para que te enteres (le dijo), cómo no hace falta ser virgen, ni siquiera tener un solo marido, para hacer las cosas como Dios manda. Toma nota.» Muchos propagandistas y buenos tuvo en aquel siglo santa Ana. Sin embargo, a santa Coleta en este aspecto se la recuerda sobre todo por el detalle de los tres maridos.

Santa Ana ha inspirado una iconografía muy singular. Hay figuraciones 'normales' de la santa con la Virgen María niña –a veces enseñándola a leer la Biblia o a rezar el rosario, o simplemente mostrándola, o llevándola de la mano en sus primeros pasitos−. Las que muestran a Santa Ana con la Virgen en brazos vienen a ser réplicas de la Virgen con el Niño, salvo que en aquéllas muchas veces María ya no es tan niña. Pero la forma más curiosa es la trinitaria, en serie portante y casi siempre hierática: Santa Ana llevando a María, y ésta al niño Jesús. Es frecuente que María sea una adulta en pequeño, y a menudo Ana es joven, casi como hermana de su hija. Leonardo llevó el modelo a extremo de extravagancia equívoca. (¿Es realmente pintura religiosa?)

En suma, nuestra Santa del día se presta al oximorón y a la paradoja casi irreverente. Ocurre siempre, en los misterios demasiado sublimes. Si la dantesca «hija de su hijo» tiene madre, ésta bien puede llamarse la Abuela de Dios. De Dios-Hijo, por supuesto; y por pura lógica (aunque cuesta imaginarlo), Madre de Dios Padre, y también de Dios-Espíritu Santo. Si todo cupiese en la lógica no habría misterios.

Aunque santa imaginaria –¿o quizá por eso?−, Santa Ana ocupa lugar de honor en la lista de Auxiliadores (el nombre en hebreo significa 'favor', 'gracia'). Tomemos nota también nosotros, aleccionados por santa Coleta.

Ma perchè'l tempo fugge che t'assonna,
Qui farem punto, come buon sartore
Che com'elli ha del panno fa la gonna.

 (Paradiso, 32: 138-140).

viernes, 24 de julio de 2009

Niños malos (1)




 

'Cálido julio andaluz': así podría pasar éste mes veraniego de 2009 a los anales de la delincuencia juvenil española, con dos episodios de violación colectiva, como variantes de un mismo guión de cine negro y porno.

El 16 de julio, un joven y cinco menores eran detenidos, acusados de violar a una niña de 13 años, en los vestuarios de la piscina municipal de Baena (Córdoba).

Apenas dos días después, en la madrugada del sábado 18 de julio, otra presunta violación colectiva se producía en una playa de Isla Cristina (Huelva), en peculiar celebración de la fiesta patronal de la Virgen del Carmen. Esta vez los agresores, en número de siete, eran todos menores.

Tanto en el primer caso como en el segundo, la corta edad (por debajo de los 14 años cumplidos) supone para algunos la exención penal y, tras ser detenidos y prestar declaración, la libertad inmediata.

No entramos en detalles, salvo dos de especial interés para tasar los crímenes. La víctima de Huelva, niña de 13 años, es deficiente mental. También la de Baena tiene 13 años, y su agresión se realizó en dos etapas o sesiones consecutivas, como detallaba el Diario de Córdoba el día 20 en su sección de Sociedad.

Estos hechos, cualquiera de ellos, encogen el ánimo, provocan repulsa, pero sobre todo obligan a plantearse preguntas de urgencia: 1. ¿Cómo y por qué? 2. ¿Qué hacer para prevenir casos futuros? 3. ¿Qué hacer con los agresores convictos y con sus víctimas?

Demasiada materia para despacharla a la ligera. Por eso voy a repartir mi reflexión en tres capítulos, los mismos que sugieren las preguntas. Y vamos con la primera:


1. ¿Cómo y por qué? Si tuviésemos la respuesta cabal a esta doble pregunta, las demás resultarían mucho más fáciles. ¿Qué expertos son competentes para abordar tales cuestiones?: ¿Filósofos, antropólogos y psicólogos, sociólogos, juristas…? ¿Teólogos y pastores de almas? En los políticos ni se me ocurre pensar.

El filósofo Gabriel Albiac (Perversa infancia, ABC, 22 de julio), de la mano de Freud, y antes que éste, de Espinosa, encuentra la clave en el 'deseo': «el deseo es la esencia misma del hombre» (Espinosa). No parece casualidad la coincidencia entre dos pensadores judíos, y muchísimo antes que ellos la de otro judío, Juan el Apóstol –al margen de que su nombre coincida con el del más antisemita de los evangelistas, y aun de todos los escritores del Nuevo Testamento−, quien en su 1 Epístola, 2: 16, condensó la esencia del 'mundo' en el deseo desenfrenado. Todo aquí abajo se reduce a codicia de sentir, de ver, de poseer.

En cuanto al por qué, la raíz del 'mal', es lógico que haya diferencias entre pensadores religiosos y laicos. Siempre en la tradición judía, con punto de partida religioso, encontramos un concepto primario, llámese 'naturaleza', 'índole', 'impulso', o como se traduzca el hebreo yetzer. La antropología judaica admitía en el hombre hecho una pulsión antagónica entre yetzer bueno y yetzer malo. Con un detalle notable: el 'impulso malo' en cada persona es (¡mire usted por dónde!) 13 años más viejo que el bueno. Sólo a partir de los 13 años empieza a despertar el 'impulso bueno' o positivo, que guiado por la pedagogía legal, es capaz de elegir lo bueno y rechazar lo malo; la edad por tanto de la discreción. Conviene saber que el 'impulso malo' (yetzer ha-raa) forma parte de la naturaleza humana como criatura de Dios, y por tanto no es ningún mal absoluto. Como tampoco su contrario, el 'impulso bueno' (yetzer ha-tov), es un bien absoluto, nada de angelismo. Es el equilibrio compensatorio, el doble juego de impulsos, como las riendas bien templadas, lo que se traduce en actos positivos.

La teología cristiana, por su parte, elaboró una teoría más bien pesimista que condujo al postulado de un 'pecado original', con todas las consecuencias que conocemos, en particular una teoría de salvación mediante la redención y la gracia.

De los pensadores cristianos, el más el más influyente ha sido san Agustín. También el más original, al menos en cuanto a exposición temática, muy atractiva, si no fuese por el exceso de sofistería y juegos florales. Sus 'autobiográficas' Confesiones son obra de madurez y excelente broche literario que cierra el siglo IV. El autor se atiene a la división clásica de la vida humana en 'edades', y concretamente por lo que atañe a la primera infancia y niñez, frente a los entusiastas de la inocencia infantil, Agustín es pesimista. Hasta en el niño de pecho cree descubrir un esclavo de los apetitos, que no son otra cosa que la degradación pecaminosa de las necesidades e impulsos naturales primarios, con egoísmo feroz, hasta la destrucción física de quien se interponga. Este bruto humanoide es la materia prima en que opera la educación, con los instrumentos adecuados a la capacidad del sujeto. Lo que quiere decir que el santo obispo de Hipona no tuerce el gesto ante una azotina bien aplicada a tiempo. Dicho sea adelantando materia del capítulo 2, donde toca hablar de educación.

Hemos rozado el tema de las 'edades' de la vida humana. Es una distinción presente en todas las culturas, menos en la nuestra, que tiende a borrarla a favor de un continuo vital, a saber con qué ventaja. Tradicionalmente, las edades del varón (al menos las anteriores a la aetas constans, la madurez estable) venían separadas por ritos de paso, generalmente 'pruebas' o exámenes de aptitud básicamente bélica, aunque también sexual, por supuesto. San Agustín lleva su artificio literario al extremo de referirse a las primeras edades de la vida como a muertes sucesivas, ya que o no dejan recuerdo, o sólo muy borroso.

También es notable el paralelismo clásico entre edades de la vida humana y edades de la humanidad. También en esto hubo optimistas que soñaron una primitiva 'Edad de Oro', frente al pesimismo democriteo, cuya expresión consagrada se encuentra en Lucrecio:

Arma antiqua manus, ungues dentesque fuerunt,
Et lapides et item sylvarum fragmina rami;
Posterius ferri vis est aerisque reperta;
Sed prius aeris erat quam ferri cognitus usus.

[Las primeras armas fueron las manos, uñas y dientes; también piedras y trozos de ramas de árboles. Más tarde se descubrió la fuerza del hierro y del bronce; pero en cuanto al uso, el bronce se supo emplear antes que el hierro.]

Según eso, la evolución de la guerra es el trasunto de la evolución humana. El progreso colectivo se tradujo ante todo y sobre todo en la gestión de la violencia.

Si algún crédito se merece este híbrido cultural nuestro, una antropología de raíz judía, injertada en tronco indoeuropeo, la conclusión es doble:

  • Cada individuo comparte una misma naturaleza específica. Nada hay nuevo, sólo combinatoria genética al azar. La humanidad ha devenido sociedad gracias a la ley, cuya pedagogía tiene por objeto integrar al individuo en sociedad, o en su defecto repudiarlo.
  • El niño no es de mejor condición moral que el joven o el adulto. Su potencialidad para el bien o el mal es la misma. El niño y el joven son de suyo educables y educandos. La autoeducación –el hallazgo y aceptación por el individuo de los principios y normas que marcaron el progreso social de la especie−, es una hipótesis aceptable como excepción, nunca como regla.

Nuestros mitos sobre la edad juvenil de la especie contienen historias poco edificantes, a base de violencia –desde los bíblicos Caín y Abel, o Lamec etc.−, eventualmente sazonada de sexo. La idea del niño bueno, del buen salvaje, de la bondad natural del ser humano y de su corrupción por la sociedad, es moderna(Rousseau). Nuestros antepasados se habrían burlado de ella, como se rieron con la fantasía de la Edad de Oro. ¿Quién tiene razón?

Tornando a los esquemas judío y cristiano, sobre las raíces de la acción y de la conducta individual (sean dos, o sólo variantes de un mismo sistema), no tengo gana de pronunciarme sobre las ventajas y excelencias de esto o lo otro. Sólo se trataba de apuntar a la raíz judaica de los pensadores aducidos por Albiac, de cuyo artículo debo señalar esta conclusión contundente:

Decenios de «educación no represiva» -ese oxímoron- trajeron esta sociedad enferma. De infantilismo. Esto es: de crueldad. De vez en cuando, nos abofetean cosas horribles: niños que violan, torturan, asesinan... Fingimos asombrarnos. Y es mentira. Violar, torturar, asesinar es lo propio de la cría humana no domada: nuestro más sombrío invento.


 

(Continúa)

lunes, 20 de julio de 2009

Re-tractación




A propósito de la entrada anterior (jueves 16 de julio), preguntaba Navarth:

«¿Realmente existe una palabra en eusquera para designar la "aversión u hostilidad al vascuence"? Me parece muy revelador

Se refería obviamente a la 'nota' mía sobre la palabra vasca erdaltzaletze, según el 3000 Hiztegia, 'acción de aficionarse al erdara', es decir, 'a lengua no vasca'.

Demos por bueno eso de «acción de aficionarse». No sé quién ni cuándo se inventó la palabra, que el lexicógrafo Ibon Sarasola refiere lógicamente al verbo erdaltzale(tu) y al adjetivo erdaltzale, 'aficionado al no-vascuence'.

Ya la existencia de tales palabras es reveladora, amigo Navarth. Reveladora de retorcimiento mental, ante todo, porque ese 'no-vascuence', esa lengua que sólo se designa por negación –como los atributos divinos, sí, pero aquí más bien como las cosas nefandas−, es la española, aunque también la francesa; pero sobre todo la primera, el castellano.

Sería interesante saber cuántas lenguas del mundo tienen palabra equivalente; por ejemplo, como se llaman en holandés los holandeses que prefieren conocer y usar el alemán o el inglés, antes que su lengua propia, el holandés. Y quien dice holandés, dice chino, catalán o gallego. Ni siquiera en griego, lengua tan rica como puntillosa, se halla nada que lo valga. Un philobárbaros no tiene nada que ver con nuestra joya eusquérica. Vamos, que alguna mente aviesa puso su granito de arena al 'conflicto', discurriendo esas palabrejas.

En esa vena contra humorística iba mi 'nota', parodiando una entrada de diccionario con acepciones numeradas, empezando por la analítica general, concretando luego para las dos lenguas en contacto con el vascuence, para terminar con la acepción 'intencional' o 'victimista', que ciertamente no figura en los léxicos, pero es perfectamente imputable al que ideó el singular vocablo.

¿Y quién fue esa mente creativa? Digamos al menos cuándo floreció. En Sarasola, la datación más antigua es 1879 para la forma erdarazale, 'aficionado al no-vascuence' (erdeltzale, 1896-1897; erdaltzale, 1914), lo que nos sitúa en un momento histórico de la lengua en que ésta evoluciona aceleradamente, a la vez que se preña de carga nacionalista. La 'afición al no-vascuence', erdaltzaletasuna, es más reciente aún (1977), y el término 'definido' por mí podría ser recién salido del horno léxico-generativo.

El vascuence es lengua amiga de formar voces compuestas por aglutinación de otras o de sus raíces, como lo era el griego antiguo, o lo es el alemán moderno. El latín es más limitado en ese aspecto, y más todavía los romances. Claro que muchas de esas palabras compuestas y derivadas son raras o rarísimas, incluso singulares (lo que se llama técnicamente hápax legómena, 'expresadas una sola vez'), y a menudo sólo presentes en diccionarios, inventos lexicográficos sin aplicación escrita, y menos oral. De esto hay también demasiado en el moderno euskera batua, –permítase la redundancia−, con profusión de neologismos de utilidad muy desigual.

Por su parte, Catalina se queja del rigor que supone castigar a su reeuskaldunizada aldea, amenizándoles las fiestas con una mascarada suletina de las de nunca acabar. Paradojas, amiga mía. O reciprocidad, según se mire. Usted sabe bien cómo en este tiempo de crisis y penuria gastamos dinero en Iparralde ayudando a la extinción de los dialectos locales a cambio de imponerles el batua. Es como cuando en los pueblos aparece el listo que ofrece limpiar las casas de antiguallas a cambio de cosas modernas, un arca venerable por una práctica mesa de formica y tubo, un llar por una batidora, una vieja herrada de castaño por un cubo de plástico, y así por el estilo. El plástico para el caso es el batua, que poco a poco va 'degenerando' en el dialecto dominante, de modo que todo el mundo terminará hablando en guipuze. Al tiempo.

Precisamente iba a resumir aquí otra suletinada contada por Taine en su ya citado Viaje a los Pirineos (1858) . Pero en atención a usted, Catalina, y a la pareja de Gatos a quienes tanto debo, especialmente a la querida Pussy, me remito a otro texto de la misma obra, de no poca sustancia: Vida y opiniones filosóficas de un gato. He aquí una muestra, no sin valor para nuestro caso, según suelen ser las parábolas, ambiguas y polivalentes, y con más moralidad que moral:

Pronto hice amistad con una oca, animal estimable por tener el vientre tibio. Yo me acurrucaba debajo, mientras iba aprendiendo de sus discursos filosóficos.

Decía la oca que el corral era una república de aliados; que el más industrioso, el hombre, había sido elegido jefe, y que los perros, aunque turbulentos, eran nuestros guardianes. Yo lloraba de enternecimiento, siempre debajo del vientre de mi buena amiga.

Una mañana, la cocinera se acercó con un aire bonancible, enseñando en la mano un puñado de cebada. La oca alargó el pescuezo, que de pronto la cocinera agarró con una mano, al tiempo que con la otra blandía un gran cuchillo.

Un tío mío, filósofo aplicado, acudió puntual y se puso a exhortar a la oca:

−Querida hermana, el granjero alimentado con vuestra carne verá todo más claro y velará mejor por el bien común. También los perros, nutridos con vuestros huesos, estarán más listos para la defensa.

A todo esto, la oca murió de un corte de cabeza, brotando la sangre a chorro del pescuezo. Mi tío, expeditivo, corrió a llevarse la cabeza. Por mi parte, algo asustado, me acerqué al charco de sangre y sin pararme a pensarlo mojé en él mi lengua. La sangre estaba riquísima, de modo que fui a la cocina, por si me daban alguna cosa más…

Lo de la chupinera parece tan imparable como su chupinazo. Lanzado el cohete, Sonia Polo entrará en los fastos de los fastos bilbaínos. Alguien algún día publicará una Historia de las Fiestas de Bilbao, donde saldrá a la luz por qué diantre la eligieron; y en previsión de ello, debo retractar y retractarme de lo que escribí: que los comparseros proponentes de la Polo «hablan de 'caza de brujas' (aunque Sonia no tiene aspecto de tal)».

Metido ahora en retractación, rectifico que no han sido los comparseros los que han hablado de "caza de bruja"; ha sido el señor Azkuna, traicionado tal vez por algún subconsciente. Por otra parte, no siendo yo experto en brujas, y sin conocer a la chupinera de nada, no sé por qué me metí a llevarle la contraria a nuestro querido Alcalde. Caza o no caza, juzgue cada cuál.

jueves, 16 de julio de 2009

¡Las fiestas, sálvese quien pueda!



Si alguien duda de la gravedad del 'mal vasco', no tiene más que asomarse a la sección de comentarios sobre cualquiera de las noticias periodísticas que tengan algo que ver con nuestro identitario, el 'conflicto' y la 'construcción nacional'. El antagonismo vasco-español (y viceversa) se expresa demasiadas veces de forma bronca y, lo que es peor, amenazante. La cota del desencuentro parece superada irreversiblemente.

−Pero, caballero, ¿qué se le ha perdido a usted por los cubos de la basura? Ya debería saber que esa literatura no es precisamente buena.
−En efecto, señora mía. Ni buena ni mala; no es literatura. Uno no busca ahí el talento, ni siquiera la información.
−¿Entonces?...
−El manicomio se visita por ver a los locos, no para aprender de ellos.

Se acercan esas fechas temibles en que, como ante las tentaciones carnales, la mejor resistencia es la fuga. Las fiestas de Bilbao, la 'Semana Grande' de toda la vida, transfigurada hoy en Aste Nagusia, con su esperpento neo-tradicional, la Marijaya, a los sones autóctonos de nuestra chalaparta de importación. La Invicta Villa se dispone a ser bombardeada por la carlistada de siempre, ahora en versión aberchale. A los refugios. O mejor, huyamos.

Las fiestas son de todos y para todos. "Sin color ni grito", como los viejos Auxiliares. (¿O era, "de color negrito"? ¡Hace tanto de aquello!...). De la desprivatización o nacionalización del evento público se encarga de forma desinteresada el kolektibo de konpartsas, frente a las insidias de los fatxas, que todo lo politizan. De hecho, raro es el año en que no surge algún incidente despolitizador de lo naturalmente apolítico.

Esta vez, con los socialistas en el macho, ya no será uno, sino dos incidentes por lo menos:

1. Una pareja de payasos, tan tradicionales como todo en nuestra fiesta, de la que casi son ya funcionarios en nómina –no por nada especial, sólo por pura ley de mercado: su 'relación calidad/precio'−, ha sido objetada por considerandos morales.

Se veía venir. Pirritx y Porrotx, militantes de la izquierda aberchale, tienen mano con los niños. Tanta mano tienen, que hasta se les encargó para nuestra infancia un cursillo de ética social humanitaria, en relación con los presos del 'conflicto' vasco y sus familiares. Los payasos entienden de maravilla sus papeles, y con habilidad realmente circense logran lo que parecía imposible: escamotear a la vista de las criaturas cualquier referencia y condena del terrorismo etarra. Ahora bien, esta es la salsa y condimento en que tales presos se cuecen, según los objetantes; y siendo así, había que decirlo de modo que las mentes infantiles lo capten.

No piensan lo mismo estos clones. Hay cosas que no se deben decir ni a niños ni a grandes. Como que ETA es mala y hace algunas maldades. En marzo de 2001 cayó asesinado por ETA el concejal de Lasarte (Guipúzcoa) don Froilán Elespe, lo que provocó un pleno de repulsa de los ediles. No de todos. Aiora Zulaica (alias Pirritx), concejala de HB como sustituta de su compañero de partido y de pista, José Mari Agirretxe (o sea, Porrotx), se negó a condenar el asesinato. Nadie que vio el vídeo podrá olvidarlo. Aquel rostro pétreo de Aiora, donde ningún niño, ni siquiera explicándole los secretos del maquillaje o afeite, podría reconocer a la Pirritx, tan expresiva siempre y cariñosa. Desconozco el precio o caché de la artista; su calidad 'humana' (¡!) es esa que digo. Y por algún rara asociación de ideas, me viene a la memoria, que el régimen nazi mimó a sus payasos, algunos de mérito profesional.

¿Actuarán de nuevo estos cómicos en el Aste Nagusi? ¡Qué pregunta! De algún modo, ya han actuado. ¿Sus censores les achacan silencio cómplice con el terrorismo? Ellos replican que en su contrato con el Ayuntamiento de Bilbao no hay ninguna cláusula donde se hable de condena alguna. Un chiste morrocotudo, el mejor de toda su carrera. Lástima que el humor sea tan "de color negrito", demasiado para un público infantil. Pero es que estos payasos no sólo ríen, como es su obligación. También lloran (siempre de risa, por supuesto, a cuenta de Bilbao), lamentando verse perseguidos y acosados por… Adivinen… ¡Por su compromiso con el euskera! Bilbotarras maketos de la erdalchaleche*.

* (Nota: erdalchaleche; más correctamente, erdaltzaletze: 1ª acep. Estado y condición del que ama cualquier lengua distinta del vascuence. 2ª acep. Preferencia del castellano sobre el vascuence. 3ª acep. Aversión u hostilidad al vascuence. El orden de las acepciones puede invertirse, atendiendo a la importancia semántica de las mismas.)

2. Otro incidente 'fortuito' tiene que ver con el chupinazo de arranque de las fiestas. Por lo visto, las comparsas (o konpartsak) que protagonizan las fiestas se turnan en el privilegio de presentar a la persona que dispara el fuego de artificio. Este año la propuesta aprobada por la Comisión de Festejos es una tal Sonia Polo. Muchos se han escandalizado, porque resulta que la Polo es hermana de un preso de ETA. Los proponentes replican que el parentesco no es culpable, y hablan de 'caza de brujas' (aunque Sonia no tiene aspecto de tal).

Eso aparte, ¿por qué ella? Alguien tenía que ser, eso lo sabemos; pero, ¿por qué ella entre todas? Honor est in honorante, dice el axioma; y aquí el 'honorante' es el Ayuntamiento de Bilbao, en nombre de todos los bilbaínos, siempre "sin color ni grito". Según eso, ¿qué méritos ha contraído Sonia con la Villa, para ser su 'honorata'?

Respuesta: Con la Villa, lo que se dice con la Villa, sólo consta su condición de miembra de un kolektibo opuesto al tren de alta velocidad (TAV), con una terminal prevista en Bilbao. Una oposición tan respetable para mí, que incluso la comparto. Por tanto, he ahí algo que podría llamarse meritorio para con Bilbao. Con una condición: si todo el mundo, o sea toda la villa, o la mayoría, o al menos la mitad más Sonia, estuviésemos de acuerdo en que ese tren y esa terminal no es conveniente. Lo cual está muy por demostrar, sintiéndolo yo mucho. Incluso hay quienes opinan que más cierto es justamente lo contrario.

Bien; ¿algún otro mérito de Sonia Polo? Aquí no cabe más respuesta que (a) el no, o (b) el sí.

  • Supongamos que no. El brocardo latinesco antes citado –honor est in honorante− tiene una segunda parte que dice: iniuria in iniuriato. Si el honor depende y se valora por el que lo otorga, la injuria se mide por quien la recibe. En este caso, Bilbao. Si la candidatura de Sonia no se sustenta en otro mérito que eso que dicen 'por los huevos', poco respeto les merece a esos comparseros la Villa, y no estaría de más quitarles un privilegio del que abusan para insultarla con desprecio.
  • A menos que confiesen que sí, que hay eso otro que todo el mundo sabe, aunque se disimula. Se le elige por su apellido y parentesco, por ser la hermana de Sergio Polo, un etarra convicto que cumple condena por asesinato. ¡Acabáramos! Pero si ese es el 'mérito' o el motivo, pues vale (o no vale); pero entonces no se hable más de inquisición y caza de brujas, y olvidémonos del TAV, del ecologismo y del signo zodiacal de Sonia Polo.

Dicen que la chupinera sólo lanzará el cohete, sin arenga, sin pancarta, sin color ni grito, fuera del 'viva Bilbao', 'gora Bilbo' o como digan ahora. Pues no faltaba más. Aunque también podría ser que la propia chupinera, o algún espontáneo apolítico de su cuerda, lea también un manifiesto igualmente apolítico contra la dispersión carcelaria, etc. etc.

¿Y por qué no? Como decía un profesor que tuve de Filosofía: possibilia sunt infinita; «esto es, todo lo imaginable es posible, y muchísimo más que a ustedes sobre la marcha se les vaya ocurriendo», glosaba.

¿Y de los comentarios, qué? Vaya, ni me acordaba. Nada de particular, lo de siempre: Que por qué no se empieza por condenar el franquismo, y todo eso. Que aquí hay un conflicto, tanto si son fiestas como en días de labor. Que lo que hay es odio a lo nuestro, a la cultura y a la lengua vasca. Que los descontentos se vayan de veraneo a España (mejor, sin billete de vuelta). Y por supuesto, que las fiestas son de todos y todas, por más que los fatxas las quieran politizar.

Lo peor de nuestro manicomio vasco es que ni siquiera tenemos locos interesantes.

lunes, 13 de julio de 2009

Sexo y seso



Anteayer no tuve humor para escribir ni una línea, impresionado por la tragedia de Pamplona. Todavía bajo el efecto de la compasión, vuelve a mostrarse el callejón del encierro sanferminesco en toda su barbarie.

El bruto no sólo deja a su víctima herido de gravedad, sino que le quita donosamente los pantalones hasta dejarle culo al aire a vista del mundo entero. Si se tratase de una secuencia de dibujos animados, sería de carcajada. De hecho, si por ventura cualquiera de esos infelices tiene mujer e hijos, y un día repasan todos en familia el vídeo de la cogida, quién sabe, hasta puede que les dé la risa nerviosa. Aunque también podría haber algún pequeño que se avergüence del loco de su padre. De momento, es más para sentir lástima, deseando a todos los heridos el alta feliz y pronta.

Dicho así, no suena muy fino, lo reconozco. Pero es que no sabría expresar de otro modo toda la repugnancia mezclada de desprecio que me produce esa 'fiesta' y rito de vesania colectiva. Porque tiene que haber algo contagioso, en ese barullo multitudinario de hombres y toros. Más algunas mujeres, que nadie se lo prohíbe, salvo la sensatez femenina para declinar estos trances absurdos. Una fiesta que este año, el 25 de mayo, fue nominada candidata a la decena selecta de tesoros que constituyen el 'Patrimonio Cultural Inmaterial' de España. En fin, mejor no seguir hablando de lo que uno no entiende ni lleva en el corazón.

Quisiera 'cambiar el tercio'; pensar en cosas divertidas, curiosas. Estos días se ha celebrado mucho la salida de la política donostiarra Leire Pajín Iraola, sobre la 'masculinidad' del Producto Interior Bruto (PIB). Eso, y la andanada que trajo de chistes sobre los sexos y sus ventajas relativas, me pilló con un libro recién empezado, abierto precisamente por una página donde decía: Femina sexu, ingenio vir. Es la inscripción que figura en el monumento de la landgravesa Carolina de Hesse-Darmstadt (1752-1782), una urna funeraria que le dedicó su amigo Federico de Prusia en Darmstadt. Forzando el juego de palabras se puede traducir, como para una tarjeta de identidad: «Sexo: Hembra; Seso: Varón». Un elogio perfectamente serio entonces, imposible hoy en día.

En el Imperio Romano, por consideraciones filosóficas, el sexo viril se distinguí como sexus melior, aunque ya en el siglo I un Musonio Rufo defendió la equipolencia, especialmente en cuanto a educación y estudios.

Qué sexo es mejor, díganlo los que probaron los dos en plenitud, los hermafroditas simultáneos, y sobre todo los sucesivos. Ah, pero no los trásfugas al uso que salen en los periódicos, sino los transexuados de verdad.

¿Los hubo acaso? Uno de los argonautas, Ceneo, antes había sido mujer con el nombre de Cenis, y como tal fue raptada y desflorada por Neptuno. Cuando el dios le ofreció estrena para compensarla, ella le pidió la mutación viril. Se sentía ofendida, incluso bastante jodida, diríamos, y no tenía ganas de volver a verse en otra igual. Y en efecto, «mejoró de sexo». Y no sólo en cuanto a sexu (aunque en la nave Argos se guardó la máxima discreción, sin tocarse jamás el tema), sino en todo lo demás, porque Ceneo fue uno de los lapitas caídos con honor en la pelea contra los centauros. Al menos eso fue lo que contó Néstor a sus compañeros aqueos en la sobremesa de un banquete, aprovechando una tregua delante de Troya, y lo recoge Ovidio en las Metamorfosis. Una mudanza tan rápida, dice el poeta, que la petición iniciada por Cenis con su voz de vicetiple, terminó saliendo de su garganta en tesitura grave de barítono a bajo profundo. Ni hormonas ni trucos.

La supuesta excelencia del sexo viril no es sólo cosa de gentiles. También la cultura judeocristiana ha preferido al varón. Eva, según el Génesis, fue saludada por su marido con este protopiropo: «¡Virago!» (algo así como 'tiorra'). El Testamento Viejo no escatima las féminas viragos: Jael, Judit y otros nombres, más alguna anónima, como aquella lanzadora de piedras de molino desde la muralla sobre los atacantes, la que le acertó a Abimelec (2 Samuel, 11: 21). Para el Sabio, la mujer ideal es la 'mujer fuerte'. La que sabe llevar el PIB masculino de la casa, mientras su afortunado marido charla de política y juega a los enigmas con los demás notables todo el santo día, a la puerta de la ciudad.

San Pablo, como judío, recuerda que Dios hizo a la mujer a partir de Adán, y no viceversa. El día 9 de Av, todo buen judío recita una letanía donde bendice a Dios por una serie de favores: «Bendito seas, Señor…, por no haberme hecho gentil (nokrí); por no haberme hecho esclavo; por no haberme hecho mujer». Ellas, por su parte, introducen un pequeño cambio: «Bendito sea el Señor, por haberme hecho como le dio la gana (kirtzono).

Por lo visto, ayer tocaba coincidencias sobre el verdadero sexo de las mujeres. Lo de Carolina lo cuenta Kotzebue en su viaje De Berlín a París en 1804, que se tradujo para la Colección Austral. Es libro entretenido de un autor arrinconado, del que doy enlace inglés. El castellano de Wikipedia es infumable, copiado de la Espasa. Mejor hubiesen tomado el artículo de la vieja Hispano Americana, que también es de dominio público y está bien.

Bueno, pues casualidad que, de la misma colección Austral, abro a continuación curioseando otro libro de viajes, el Viaje a los Pirineos de Taine, y mira por dónde, a propósito de la madre de Enrique IV, doña Juana III de Albret , reaparece al pie de la letra el elogio supremo: «princesa que no tenía de mujer sino el sexo, el alma entera entregada a cosas viriles…» (Aubigné). Prueba de ello, haber atravesado toda Francia para cumplir su promesa de parir en el castillo de Pau. Y encima dicen que «cantaba ella una cántico bearnés cuando echó al mundo a Enrique de Navarra», el futuro rey de Francia. ¡Ya, ya! Una bruja es lo que era la señora, que al morir como hereje (1572), su alma en pena se convirtió en una segunda Holda, la salvaje Cazadora de la Noche, y bien que lo sabían todos los curas del País Vasco al norte y al sur de los Pirineos.

Por cierto, interesante el libro de Taine. Otro rato valdrá la pena releer en él una estampa antigua de Bayona. La que algunos tienen por «la más vasca de las ciudades de Euskal Herria» (otros ponen a San Juan de Luz, da lo mismo para el caso), bien poco tenía de vasca en tiempos del Príncipe Negro. ¡Qué indiferente es Clío, que cruel para con nuestros dulces engaños!

jueves, 9 de julio de 2009

Euskañol


Un amable lector me invitaba ayer −me retaba, más bien– a estudiar el fenómeno del euskañol, que como él dice, y creo que con fundamento, es «lo que se habla en los institutos, en los autobuses y ¡qué decir de los parques!...». Con el agravante de ser «lo que se fomenta desde las clases de euskera de los institutos». En definitiva: el 'ahozko euskera' (vascuence 'de boca', o mokosuena) de la muchachada bilbaína.

Creo, mi querido Sr. Topillo, que no voy a poder complacerle. Llevo vida solitaria incluso cuando estoy en la Villa de Don Diego López. Conque imagíneme usted ahora perdido en una aldea de un valle de lágrimas en las Montañas de Burgos; repartido el tiempo entre libros viejos y música en esta casona, más algo de huerto; y caminar por la ribera arriba sosegada, sin ver alma humana, hasta la presa del Molino Caído, donde el remanso invita a la meditación; otras veces a oriente, hasta la iglesita románica del que fue vetusto monasterio; o tal vez perdiéndome entre las breñas, arroyos y cascadas de esta sierra, más fragosa de lo que a primera vista parece; o en fin, llegada la noche, con buen cielo, asestando el telescopio a los accidentes lunares, o a más lejanas esferas…

Amigo mío, el masoquista nace, no se hace, ni se enmienda jamás. Y este su servidor nació masoc acérrimo. Figúrese, yo mismo me guiso lo que como, como los padres del yermo, como los Antonios y Pablos, Macarios y Pafnucios que conozco por un álbum de grabados, tal como los describe la Leyenda Dorada en su prosa hagiográfica, o en la suya pagana Anatole France. Frugal mi colación, como la de aquéllos monjes; aunque, más frágil yo que ellos, alivio mi ascesis con los caldos que la celosa y fiel bodega doméstica lleva a su justa madurez.

Y como los propios anacoretas egipcios; o (¿para qué ir tan lejos?) como sus imitadores de aquí mismo, en eremitorios medievales que se divisan desde la ventana, yo también tejería cestos, si a mano tuviese los mimbres. Esos mimbres tan mentados en la retórica política, tan caros a los Ardanza, Ibarretxe, Imaz, Egibar, Urkullu, cada uno con su haz a cuestas en la laura peneuvita repitiendo: «con estos mimbres…». ¡Qué expresión tan original y tan gráfica! ¡Cuán socorrida en Internet! ¡Qué gran verdad, que quien hace un cesto hace ciento, si le dan mimbres y tiempo!

En este rincón de la ancha Castilla donde, obediente al dedo índice de Arzalluz, me escondo a comer el pan del autoexilio, al otro lado (es decir, a éste) de la muga; en medio de un populo barbaro, que en su rudeza ni sabe lo que es guerra de banderas o guerra de lenguas, casi me avergüenzo de no languidecer como Ovidio en el Ponto Euxino, lejos de Roma. Sí, señor; debería sentirme más bruto que el mismísimo Maquivelo en su destierro de San Casciano, apartado de Florencia −como se retrató él mismo en carta famosa a su amigo y protector Vettori–, sin otra ventaja a mi favor que la que media entre verano e invierno.

Porque, en efecto, era diciembre de 1513. El año de El Príncipe. Y qué cerca se siente aquí a micer Nicolás en esta casona burgalesa. Por entonces debió de conocerle el humanista castellano que la construyó, frecuentador sin duda de Santa María Novella, en cuyo Cappellone de los Españoles más de un rico burgalés yace enterrado. En todo caso, algún enamorado de la Florencia azul y oro, pues al labrarse el escudo no se le ocurrió cosa mejor que copiar la giralda del Palazzo Vecchio.

Y bien, en estas condiciones extremas agobiado, se me pide nada menos que un estudio filológico sobre las últimas novedades del dialecto neovasco de la juventud bilbaína…

Amigo mío, déjeme decirle una cosa. Aquí delante de casa, junto a la escuelita que fue, sobre la ribera del río, veo a la chiquillería jugando. Todos ellos son oriundos de aquí, pero todos residen en Bilbao, y por tanto prácticamente todos son euskaldunas.

Me dirá: «Ahí tiene usted, Belosticalle, la materia prima para mi encargo». Pues créame, siento defraudarle. Ni este año, ni los anteriores, ni jamás de los jamases les he oído una sola palabra en vascuence. Menos mal que no soy euskaltzale forofo perdido, porque sería como para atarme yo mismo al pescuezo el Azkue más las Obras Completas de Sabino Arana, y entonando el Gora ta gora arrojarme al agua de cabeza, donde cubre.

Pero ya que le veo aficionado a conocer mis opiniones –que no quiere decir guiarse por ellas–, déjeme desengañarle por una sola vez. Ese euskañol que me invita a investigar, aunque en verdad lo desconozco por las razones expuestas, tampoco me parece ninguna tragedia y hasta me suena a cosa de toda la vida.

El humor creativo y lúdico de los jóvenes siempre ha sido irreverente hacia el protocolo académico, máxime si se les toca las narices con nimia severidad. Si una lengua no les gusta, la deshacen y se montan otra nueva. Corruptio unius, generatio alterius, que decía Aristóteles: una lengua se pudre, otra nace de ella por generación espontánea. Euskaltzaindia y el Gobierno Vasco se lo han buscado.

Cuentan que en los seminarios de antes, donde se daba latín, era obligatorio hablar en esta lengua un día a la semana (creo que los jueves), so pena de chivatazos y castigos. ¡Y vaya si se hablaba latín! Pero no hace falta decir de qué clase, pedestre y culinario, más que traduciendo calcando las expresiones castellanas, con resultados ingeniosos y hasta superchistosas, como hoy se dice en superlativo.

Aquí delante tengo un librito que lo demuestra. Es el Quijote, macarrónicamente latinizado por un 'cura de misa y olla'. No otro que el erudito arqueólogo don Ignacio Calvo (1864-1930), que aunque en efecto era presbítero cuando lo publicó –en 1905, con gran éxito por cierto–, lo escribió como castigo siendo seminarista.

Tranquilícese, amigo mío; estoy con usted. Tiene usted razón en que el lenguaje de nuestros jóvenes deja mucho que desear, más por ignorancia que por vigor creativo. Si encima, como usted dice, es lo que sus profesores de vascuence les enseñan, o les ríen las gracias, pues qué quiere que le diga, a lo mejor tenía razón Tontxu Campos, y hay que llamarle de nuevo, para que esos pobres muchachos puedan un día llevarse un chusco de pan vasco a la boca.

Como decía el maestro de la Crotalogía en uno de sus axiomas: «de tocar las castañuelas, mejor tocarlas bien que tocarlas mal». Pues el euskera lo mismo. Y el latín, catalán o castellano, o lo que la autoridad mande.

Mande usted también lo que quisiere (menos eso) a este su affmo. s. s. q. e. s. m.

lunes, 6 de julio de 2009

Ganar el cielo, perder el suelo

Los euskaldunberris y lo irracional (2)




Hace un par de entradas me entretenía con un librito de encuestas, agrupadas aquí bajo el epígrafe, 'Los euskaldunes y lo irracional'. No hacía falta explicitar la alusión y homenaje al libro clásico de E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, traducido al castellano hace medio siglo. Eso mismo me ponía a cubierto de sospecha hostil. Si unas gentes tan admirables como los antiguos griegos pudieron adoptar puntos de vista 'primitivos' e irracionales, sin menoscabo de su mérito como pioneros del pensamiento racional, tampoco es para escandalizarse de que unos enamorados de la lengua vasca se comporten como chocholos, con más corazón que seso al ponderar los méritos de su euskara maitea. No, si lo malo de sus caprichos es que siempre salen caros, a pagar entre todos, y sus fantasías terminan haciéndonos la puñeta. Como eso de fomentar que hablemos vascuence hasta en la alcoba, sólo para que a ellos no les falte quien les dé conversación.

Una de las personalidades encuestadas en el libro de X. Kintana y J. Tobar era la conocida filóloga vasca y sociolingüista bilbaína Karmele Rotaetxe. Su intervención en el libro tiene dos rasgos distintivos: es una de dos que vienen sin fotografía (la otra es la de Daniel López Moreno), y es también una de las dos más escuetas (junto a la de Hendrike Knörr Borrás). Lo primero no tiene importancia, no siempre hay fotomatón a mano. Lo segundo tal vez respondía al modo de ser de la encuestada, mujer de pocas palabras, aunque bien elegidas, por lo que personalmente la he tratado (siempre en terreno profesional). Ahora bien, en el caso presente también se advierte cierta brusquedad final, y hasta corte a los encuestadores (pág. 121):

−¿Alguna anécdota que añadir?
–Sí. Para llevar adelante una encuesta como esta hace falta un equipo de pedagogos y lingüistas. En la situación en que estamos, hay que pedir la máxima ayuda a todos y cada uno.

Pero prescindiendo de ese desplante (si lo hubo) a unos mozalbetes una generación más jóvenes, y quién sabe, a lo mejor un algo presumidos, esto es lo que aquí nos importa (pág. 120):

Aunque los abuelos sabían vascuence, los padres ya lo tenían perdido. El marido sabe algo, aunque muy poco. No tiene niños.

−¿Cuándo y por qué empezó a estudiar vascuence?
–Empezar, alrededor de 1955. Sabiendo otras lenguas, hube de echar en falta la mía propia.

Otra vez, y otra más: 'mi lengua propia'. Una lengua que mis padres tienen olvidada, si es que llegaron a aprenderla. Una lengua prácticamente desconocida entre la juventud de Bilbao en los años 50. Una lengua que prácticamente descubro cuando ya poseo otras, empezando por la materna, el castellano... Con todo, el vascuence, '¡mi lengua!'. Lo cual se puede decir con pleno derecho, con total sinceridad, con entusiasmo y hasta con orgullo. Sólo un detalle: que no es racional. Sigamos:

−¿Problemas con el aprendizaje?
–Sí, cuando quería practicar lo aprendido.

Otra vez la paradoja comunicativa: se aprende una lengua 'viva', amén de 'propia', para 'vivirla en común', y luego resulta que no se tiene con quién practicarla.

−¿Qué es para ti el vascuence, y para qué sirve?
Debería ser nuestro idioma. Hoy en día, más que un medio de expresión, un medio de comunicación.

Nótese el «debería ser», imprescindible. Pero le han preguntado qué es y cuál es su utilidad. Y obviamente, en un desierto vascongado, para la euscaldumberri solitaria de los 50-70, aislada de los demás anacoretas lingüísticos, la nueva 'lengua propia' malamente puede ser vehículo de comunicación, reducida como tal lengua a la efusión íntima del soliloquio y de la satisfacción de un deber cumplido. No me burlo, no ironizo. Estamos en el limbo de lo irracional, eso es todo.

            *** *** ***

Karmele Rotaetxe, catedrática emérita de Lingüística y Sociolingüística en la UPV y académica honoraria de Euskaltzaindia, es conocida por sus trabajos y dedicación a la lengua vasca. También tiene biografía de alcance en la Wiki, aunque sólo en vascuence, por lo que veo, en esa línea de cerrazón euscaldunizante, que tampoco puede calificarse de racional. Pues bien, saco a colación aquella vieja encuesta de 1975, porque ayer mismo nuestra autora ha publicado en El Correo un artículo sobre 'Políticas lingüísticas' (sic, en plural), de curiosa lectura.

Comienza con una cita 'evangélica', al menos en su empaque: «¿Qué le aprovecha al irlandés, o al vasco, ganar Astrofísica, si pierde el gaeltacht, o el caserío?» (J. A. Fishman, 1998). 'Gaeltacht', 'caserío', vendría a ser lo mismo: el dominio territorial de una y otra lengua. Con gran diferencia: esa área irlandesa de hegemonía gaélica es muy reducida, con unas 85.000 almas (como mucho), en un país no sujeto a presión brutal, como la de aquí, en pro de la lengua 'débil'

Suponiendo que la autora haya captado el paralelismo bíblico con Mateo 16: 26, con todo, pongo mi traducción del inglés porque la suya no la veo certera. En todo caso, el libro trata de sociolingüística, y en eso ella es experta, yo no, que ni siquiera lo he leído. En cuanto al mensaje, estamos bastante de acuerdo en una cosa al menos: en lo que la política lingüística euscaldunizadora tiene de irracional.

Hoy día en euskera batua se puede hablar de cualquier tema. El euskera científico ha tenido denodados y sacrificados creadores. Remunerados bien o mal, pero al menos reconocidos. También ha habido no menos sacrificados autores de textos en castellano o inglés, saqueados y plagiados a conciencia por los primeros, sin percibir derechos, ni siquiera menciones en letra de molde, más allá de un lip service superficial. Hemos visto nacer, crecer y fijarse léxico neovasco y expresiones canónicas para casi todo. Es lo que viene a decir la parábola: el vascuence ha ganado la astrofísica, el universo científico entero. Bien, ¿y qué, si ha perdido el alma, si esa lengua de laboratorio no se entiende con la calle? «La extensión del euskera en ese nivel superior, aunque aporte prestigio a la lengua, no le da vitalidad.»(Rotaetxe)

Como sociolingüista, la autora ve el vascuence, si no en peligro, sí en dificultad real, y ello porque «no hay monolingüismo vasco ni en Euskadi ni, probablemente, en ningún sitio». Y eso no se arregla tirando dinero, ni en Euskadi, ni seguramente tampoco en Navarra o Iparralde (la glosa es mía).

Cita también, como fuente de problema para el vascuence, «la Constitución de 1978, que fija el 'deber de conocer' para el español, y remite al Estatuto donde se señala 'el derecho de usar' para el euskera. El efecto en quien no sienta el valor simbólico del vasco es de indiferencia hacia su uso cuando no de oposición». 'El valor simbólico del vasco': Nuevamente el recurso a lo irracional. Como irracional me suena (aunque respetable, y hasta entrañable), el remate del artículo: «Me cuento entre quienes han dedicado mucho tiempo al euskera y querría poder emplearlo en mi ciudad. Me gustaría también dejar de oír que la lengua que no tiene más país que este nuestro para manifestarse y vivir es un enfermo terminal que no acaba de morir.»

Aquí lo dejo, para no aburrir más. Paso por alto la propuesta de la autora, favorable a un batúa simplificado, algo así como un prákrito a la vasca, frente al euskosánscrito imposible e invicto, de curso legal. Doña Karmele sabe muy bien lo que se trae, pues su tesis doctoral con Mitxelena versó sobre el vascuence hablado en Ondárroa, que no era precisamente batua, ni para un EGA. Pero no, señora, déjelo estar. Más experimentos, ni con gaseosa.

¿Escucharemos algún día, los no entusiastas, una buena razón racional, siquiera una –¡por favor, que no sea la 'construcción nacional'!–, para seguir aguantando (y pagando a escote) este trance agónico, de caliginoso futuro?

viernes, 3 de julio de 2009

Como si ya



'Pintar paredes como queredes'(Garibay, Discurso de mi vida, 1, 2, pág.47)

Tratando del País Vasco no suelo traer a cuento a Cataluña. Mezclar referencias, lo mismo sean sobre cultura, lengua, historia etc., que sobre sentimiento o conciencia nacional, o sobre motivaciones centrífugas y separatistas, suele ser más tendencioso que ilustrativo. En esta puja reivindicativa se aprovecha todo, de modo que lo que hoy ves reclamado o usurpado por el nacionalismo vasco, mañana lo verás en versión catalana, y viceversa. Más bien viceversa, si de lengua 'propia' se trata; porque en eso los catalanes lo tienen más fácil.

Si la 'personalidad' de una lengua fuese vara de medir la pretensión nacional, esta lengua-isla arcaica que es el vascuence aventaja al catalán, lengua romance, simple dialecto latino hermano del francés, el castellano o el gallego. En ese sentido, el vascongado se siente mucho más diferenciado por su lengua críptica, impenetrable, ignota. Fue la situación vivida en el Siglo de Oro por tantos vascos, bien como secretarios en Corte, o como hombres de empresa en sus andanzas por el mundo, con su 'vizcaíno' como escudo paladión a prueba de paredes y oídos indiscretos.

El catalán, en cambio, 'lo entiende cualquiera'. O al menos, lo aprende cualquiera sin dificultad. Históricamente se oyó mucho en todo el Mediterráneo, y es ingrediente esencial de la 'lengua franca' en todo Levante. Su misma cercanía al castellano se presta a las presiones desaforadas del nacionalismo catalán para imponer esta lengua como privativa de Cataluña, con aparente sumisión de los castellano hablantes de aquel principado. Imposición que, por otra parte, tampoco busca ni desea la asimilación del advenedizo charnego, sobreactuando los nativos en la pronunciación y acento, ese hecho diferencial que o se mama o no se aprende jamás. Ese jugar al escondite lingüístico sería intrínseco a su modo de 'vivir en catalán', como dicen. Para el nacionalista de pro, la lengua es ante todo seña de identidad y coto privado. Que además sirva para entenderse, pues qué bien, oiga, tampoco nos pasemos...
En suma: que algunos catalanes querrían tener una lengua propia tan peculiar como la vasca, mientras que algunos vascos desearían estar en condiciones de ejercer presión similar a la catalana, para imponer la suya a toda la población de la CAV, en eso que por aquí llaman también 'vivir en euskera'.

Para mayor contratiempo del patriotismo vasco, la población 'erdérica' no está por el esfuerzo que supone pasarse a una lengua de estructura tan a contrapelo de su román paladino. Ni está, ni va a estarlo, por mucho que quiera engañarse o engañar al prójimo la talibanía euscaldunicienta. Y eso tanto vale para la población adulta, irrecuperable para el vascuence, como para la muchachada escolar euscaldunizada forzosa, y por lo mismo, presta a escupir la prótesis bucal en cuanto sale por la puerta del aula.

Cuando los sabios del Kontseilu han virado en redondo, pasando de instar la euscaldunización extensiva e intensiva a predicar la buena nueva de un euskera amable y amado por todos en unánime consenso, no lo han hecho mirando por la libertad ciudadana, sino por consideraciones de eficacia, ante el nubarrón de rechazo detectado por todas las encuestas objetivas. Las cosas como son.

Sin embargo, es un hecho empírico que cada vez que el Ostfront catalán abre fuego en su construcción nacional lingüística, el rebufo llega sin falta a Euskadi.

Dos enlaces me han llevado a sendos artículos sobre una misma noticia: el Parlamento Catalán sanciona, con carácter de 'ley', la exclusión del castellano en la enseñanza.
  1. José García Domínguez, en 'El español, por fin, ilegal', habla de Cataluña como «laboratorio de experimentación sociológica» donde «la mitad de la población se presta dócil y gustosa a aculturizarse, renunciando de grado a su propia lengua en pos de una quimérica lengua propia».
  2. Hermann Tertsch, por su parte, no puede ser más explícito, ya en su título, 'Putsch en catalá'. Golpismo, desafío al Estado de Derecho, atropello a la Constitución… «Como tenemos gobernando a generaciones de políticos surgidos de las más oscuras madrigueras de la ignorancia, que no tienen la más remota idea de lo que es un Estado de Derecho, aquí cada cual se hace de su capa un sayo y después a tirar millas.» Nada de tremendismo. Sencillamente, tremendo.
A esos textos magistrales nada cabe añadir más que una sencilla glosa. Llevamos mucho tiempo en el 'como si ya', jugando en política al juego de 'pisar la raya'. En qué punto concreto, da igual. Hasta el mapa del tiempo ha valido para hacer como si Euskal Herria fuese ya un ente político soberano, bajo el cielo de los meteoros aéreos, acuosos y eléctricos. También en el universo de los símbolos se juega al 'como si ya', pintando escudos arbitrarios donde hasta los vacíos son estridentes, tal ese cuartel 'navarro' de Euskadi, como a la espera de la fruta madura. Cualquier parlamento autonómico decide qué leyes 'de Madrid' le valen y cuáles no, como se hizo en la CAV poniendo en solfa la Ley de Partidos, la misma que hoy vemos amparada por Estrasburgo.

El mal ejemplo de la cabeza se contagia a parte de la gente, la más vocinglera, mientras la ciudadanía de bien se desmoraliza. A cada paso se oyen o leen frases como la de Arzalluz: «Españoles, si no os gusta este País, ancha es Castilla». Fácil la réplica: «Nacionalistas, guste o no, España y su Constitución es lo que hay». Mientras esa realidad no se cambie por vías democráticas, ese es el campo de juego y ese el reglamento.
¡Con que 'fácil la réplica'! Ya, ya. Si el Estado es el primero que no cree en sí mismo como custodio de una Carta Magna, la misma para todos, lógico será que cada taifa siga jugando a su particular 'como si ya'.