domingo, 22 de noviembre de 2009

Trilingües para la convivencia (1)


A veces me gusta vaguear dando suelta a la fantasía, sobre cómo serán las cosas por aquí dentro de diez, de veinte, de cincuenta años. Y aunque lo que entonces sea o deje de ser, a mí ya poco puede importarme, este soñador se distrae con un ejercicio inocente.

Los cuadros que se me pintan solos son de lo más diverso. En ocasiones, la gente de mis ensueños habla, pero duro de oído que es uno, apenas distingo en qué idioma lo hacen. En inglés, posiblemente. Es broma.

1. Una situación que se me ocurre bastante es que, en ese intervalo, la nueva generación ha perdido todo interés por nuestra mitología de hoy, y mientras la clase política emergente se rehace su propio iconostasio, el país se ha vuelto alérgico a toda esa tensión frentista que antaño se azuzó entre el aberzalismo y el estatalismo. Mentar esos temas, ni siquiera en campaña electoral, ya se considera de mal gusto y es políticamente incorrecto.

2. Otras veces me da por darle cancha al soberanismo, aunque en distintos 'escenarios' –voz esta que pido prestada (sin interés) a los estilistas de nuestra actual izquierda patriótica vasca–. Es muy raro que se me represente el mapa de Euskal Herría cabal. Y lo más inqietante, en alguna ocasión ni siquiera se trata de Euskadi, sino de Territorios Históricos que van cada uno por su lado.

¿Estado de autonomías? Sólo cuando la imaginación no da para más y reproduce el cuadro de siempre, con geometría fractal. Goyerri autónomo, Cuencas del Deva y del Urola a partir un piñón, Duranguesado a su fuero, villas y ciudades libres, incluida Bilbao (sin la República de Begoña, quede claro), noble valle de Ayala aforado y con derecho a decidir su futuro... Orgía de libertad. El Gobierno, siempre en Ajuria Enea y en sus covachuelas de Lacua, malviviendo a base de puches y un puñado de competencias no transferidas.

3. Pero a veces mi genio oniropompo se suelta el pelo, y la nueva Euzkadi del futuro se me parece pero que mucho a una dictadura monolítica de izquierda aberzale, rigurosamente tercer mundista e insular, con los disidentes mudos o diasporizados por el entorno limítrofe, Cantabria, Burgos, La Rioja...

4. Sólo por excepción imagino haberse llegado a cualquiera de esos escenarios ideales pasando por algún entremés de lucha o guerra civil. Más por falta de quórum que de ganas, la verdad sea dicha, y siempre por aquello de que sean otros los que saquen del fuego las castañas. Excepcional es también que se me represente la ciudadanía toda oronda y satisfecha.

Ya digo, no siempre sueño con la violencia física superada, pues mi país imaginario sigue a veces atenazado por el terror, con pistoleros no todos ni siempre del mismo bando ni de la misma banda. Si de pronto suena algún disparo me estremezco, y entonces me doy una palmada en la mejilla y me digo: «Despierta, es sólo un mal sueño».

¿Y la lengua? Para entonces prácticamente todo el mundo es bilingüe, y por tanto la famosa cuestión lingüística debería estar superada. De hecho, en mis sueños se insiste menos en lo de la 'lengua débil'. Sin embargo, algo no acaba de funcionar (siempre en mis fabulaciones, repito), pues todavía en ese futuro indefinido se sigue hablando de 'normalización lingüística', y el Kontseilua de turno arbitra medidas para imponer a todo el mundo su dichoso «vivir en euskera a 100 %», como ellos dicen. Peor aún, despues de tantos años de independencia, sigue a caño libre el dinero destinado a mimar y privilegiar la más privilegiada y mimada de las lenguas del orbe.

4. Con todo, el cuadro que con más frecuencia me sobresalta como una pesadilla es, al cabo de todos esos lustros condensados por mi maquinita del tiempo, encontrarme en la misma situación actual de impasse, en el mismo conflicto de dos comunidades divididas de forma artificial por la clase política con su monserga identitaria. Imagínese lo que tiene que ser, en la celebración de un improbable cumpleaños centenario, mientras asmático perdido tratas de soplar el bosque de velitas, escuchar por el telebé felicitaciones como éstas:

«Una sociedad vasca más integrada requiere que superemos el desequilibrio entre nuestros idiomas oficiales y trabajemos para que la lengua vasca, como patrimonio de todos, sea utilizada con normalidad». (JIPI)

«El euskera no es el único elemento de nuestra identidad, pero sí la pieza angular», de modo que «el bilingüismo es esencial para la convivencia». (MOLA)

–No puede ser. ¿Hemos oído bien?

–¡Y tan bien! Dicho de otro modo:

«El conocimiento del euskera es im-pres-cin-di-ble para la convivencia plena». (KOTE)

Esta última campanada suele marcar el final de mi siesta de la razón y la disipación automática de mis fantasmas oníricos. «¡Pero si hace lo menos quince años que me morí, y todavía estamos en esas!...»

Porque «en esas estamos». Dentro de x años, no sé; pero hoy, vaya que sí. Esas mantras absurdas que me parecía oír dormido son exactamente las mismas que escucho y leo bien despierto. Y lo que es más, quienes las firman no parecen darse cuenta de su contradicción.

¿Que si es posible que alguien diga cosas así? Son voces de instancia y apremio a la consejera de Educación, Isabel Celaá, recordándole cómo debe gestionar esa cosa, la más sagrada entre nosotros: el euskera. Pero se hace tarde. La próxima vez lo comentamos.

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