martes, 10 de noviembre de 2009

La Fragua de Vulcano



A intervalos regulares, una consigna se nos repite, machacona: «No politizar el euskera». Uno mira a su alrededor y se dice: «¡Cómo! ¿Más todavía?» Porque lo urgente es lo contrario, despolitizarlo. No andar por ahí diciendo, por ejemplo, que «el conocimiento del euskera por todos los ciudadanos es imprescindible para la convivencia.» Lo que nos faltaba.

Conque «despolitizar el euskera.» El euskera, y tantas cosas más, que formando parte de un patrimonio supuestamente común, figuran también en el identitario nacionalista. Empezando por la escuela.

La cuestión es si esto último es posible.

El adanismo nacionalista abrió su camino inventando nombres, unas veces para cosas que no existían, otras rebautizando las existentes. ¿Actividad anodina? Ni tampoco inocua. Dar nombre a las cosas ha sido una forma de apropiárselas. Se las vacía de contenido viejo, y el día menos pensado ya están llenas de sustancia propia. Un ejemplo.

Una escuela siempre ha sido una escuela. Incluso una escola, en el vascuence escrito del siglo XVI, y muy probablemente en el hablado medieval y hasta romano. Escola: ni del español ni del francés; del latín (grecolatino clásico schola, también escrito scola sin hache).

¿Lo quieren ustedes más vasco? Un vasco fino del XVIII, Larramendi, crea icastegui, algo así como 'estudiadero', que no está nada mal, claro y expresivo. En la misma lógica creó lantegui, para decir obrador. También para esto había, en castellano y vascuence, la palabra latina fabrica, que para entonces ya tenía el sentido moderno de «el parage destinado para hacer siempre alguna cosa; como la fábrica del tabaco, de los paños» (Academia, Autoridades, t. 3, 1732). Antes, sin embargo, 'fábrica' era sinónimo de edificio, en especial si era grandioso o suntuoso (recordar, 'La fábrica del cuerpo humano', obra maestra de Vesalio, 1543). La misma idea arquitectónica hizo llamar 'fábrica de navíos' al astillero (sitio de apilar astillas o maderos), afrancesado como a(s)telier, y de ahí > taller.

En el mismo Siglo Ilustrado, al lado de icastegi, probaba suerte icasteche, casa de estudio. O sea que no faltaba en vascuence cómo decir 'escuela', desde la elemental y de primeras letras, hasta los estudios superiores,

Pero viene Adán-Sabino al Paraíso Terrestre –o mejor, como en la Apocalipsis, «ecce nova facio omnia»–, y venga neologismos en cadena. De igual modo que una cosa es bandera (cualquier bandera), y otra exclusiva nuestra la ikurriña, así también hay que distinguir de la escuela común, o escola, la nuestra propia, que será otra cosa diferente si le ponemos otro nombre: ikastola.

En este nombre que parece compuesto, fijémonos en el segundo elemento, ola. En rigor significa ferrería o fragua, y por extensión, a comienzos del siglo XX se aplicó a talleres y fábricas. Que, por cierto, todo el mundo llamaba ya así, fabricac (fabrikak).

Nadie discute la propiedad y belleza de la metáfora fabril aplicada a la escuela: no mero dispensario frío de nociones y saberes, sino forja de hombres y ciudadanos. Y ojalá esa hubiese sido la inspiración que guió al patriota que creaba ese término (1897), más vivaz que otro neologismo suyo de entonces, el insípido ikastetxe (1899).

Aunque crear, Arana por esta vez no creó de la nada. Incluso dicen que estropeó con esa letra t lo que ya existía, ikasola, otro de los inventos del ingenioso Larramendi. Por otra parte, desconozco si el lexicógrafo jesuita pensaba en la misma metáfora, o si en vez de la ferrería vascongada, su -ola era simplemente la terminación de esc-ola.

Sea como fuere, lo que se impuso fue la ikastola sabiniana. Bien entendido que en sus primordios no era todavía 'escuela vasca'. Sólo un sucedáneo de eskola. Se llegó a decir por ejemplo erdal ikastola, un lexema casi contradictorio hoy en día.

Bien. Pues con la bonanza económica que nos vino de la Gran Guerra, hacia 1916 la filantropía nacionalista se vuelca en las ikastolas ya como pequeños talleres de recuperación del vascuence. Y años después (1922), abnegadas señoritas se transmutan en andereños o maestras de las nuevas escuelas vascas.

El sueño de Arana llenará su palabra, ikastola, plenamente bajo la II República. Una vez me llevaron mis padres a ver las nuevas ikastolas estrenadas en unos barracones, junto al Parque de Bilbao creo recordar. Me parecieron bonitas, pero no las cambiaba por mi escuela municipal de Concha. Ni hablar.

(¡Ah, 'la Concha'! Con aquellas duchas públicas debajo del patio de recreo. 'Mi' escuela. Nuestra maestra doña Elvira... Aquella mañana, a la entrada de clase, la maestra estaba terminando de escribir con la tiza en la pizarra: «Hoy es el primero de mayo de 1935». Letra inglesa, elegante. Como la propia doña Elvira... Asistí a su homenaje muchos años después. Ella dijo que me recordaba; pero vaciló, creo que no era cierto...

Antes, en las Escuelas de Ibaizábal, había tenido otra maestra excelente, doña Antonia. Represaliada luego por nacionalista. Si lo era, en la escuela se lo reservó. El día que se izaba bandera –la española republicana, obviamente– la buena señora estuvo junto a nosotros poniendo silencio, ejemplo mudo de civismo… Doña Antonia era corpulenta en la foto que nos sacaron a todos endomingados… ¡Ay Señor, pero si estoy divagando!)

La República de Euzkadi no tuvo oportunidad de implantar su ideario, aunque lo aireó a su gusto con todos los medios de la propaganda de entonces. Después, en la escolaridad del franquismo, la verdad es que no eché en falta una educación positiva hacia lo vasco. Todos los niños estábamos orgullosos de ser de Bilbao, de Vizcaya, vascos, y nadie nos lo afeó o nos indujo a no estarlo. Fuera de aquí, como aquí o incluso mejor. Los vascos estábamos bien vistos entonces, cuando el nacionalismo no tenía el poder.

El giro autonómico ha mostrado a toda una generación la cara oculta de un nacionalismo poderoso. El área de Educación ha sido aquí el Jardín de las Delicias para el nuevo frente patriótico. Jardín o huerto experimental de extremistas sedicentes 'de izquierda', con impulso desde la propia Consejería. Y con dinero. Antes el que creía y quería era nacionalista, gratis y por amor. Ahora es cobrando, o sea que a lo mejor ni se cree.

Ni extraña ni espanta que el nacionalismo haya usado ese poder para sus fines, que haya sacado provecho. Lo que deja atónito es la frescura de repetirnos que todo, absolutamente todo cuanto han hecho –hasta los experimentos más aventurados, o el currículo vasco del último consejero– ha sido por consenso de la ciudadanía, y poco menos que a remolque de «esta sociedad».

¿Que en estas tres décadas de euforia se haya podido colar de matute algún episodio de adoctrinamiento, en alguna que otra ikastola, y en otra, y en doce docenas?... Tampoco generalicemos. Nos referimos tan sólo a los que toman la metáfora fabril de la ikastola demasiado al pie de la letra. Como aquel abogado de LAB que repite, y vuelve a repetir: «Las ikastolas deben tomar parte en el debate por la construcción nacional».

De ahí el enfado de nuestros pintorescos sindicalistas patriotas, al percibir que se les enfría un poco la fragua. Nuestro reportero gráfico de hoy recoge la escena. El dios laureado, el alcahuete del Olimpo, hace saber al buen Herrero que su señora doña Consejería, le ha cornificado:

–¿Con el PNV?
–¡ Con el PP!
Madarikatua! ¿Zer deabrua, qué hago yo ahora con esta armadura a la medida, que concertamos? Ahí la ves, lista para probar.
–Pues lo siento, amigo Vulcano, pero es lo que hay.
Arraioa! ¡Te va a ver esa sorra, cuando yo le eche el guante!

En efecto, a la primera convocatoria de consenso, Vulcano y sus Cíclopes sindicales aberzales, como un solo herrero, darán plante a la Consejera infiel.

–Ah, y otra cosa (Apolo haciendo mutis): que con la crisis, este curso se llevarán armaduras ultraligeras, sin yelmo ni coraza, coselete, coquillera y demás panoplia. Tampoco hay pasta para armas ofensivas ni defensivas.
–¿Y la fragua?
–Educando, que para eso se paga.

6 comentarios:

  1. "El área de Educación ha sido aquí el Jardín de las Delicias para el nuevo frente patriótico"

    ¡Por Jaungoikoa, que gran razón lleva, apreciado amigo!

    Falta por escribir (a lo mejor no ha pasado tanto tiempo ni puesta tanta distancia para dar paso al humor... al buen humor, claro, que también lo hay malo, pero de ese tenemos hogaño en abundancia) "El Florido Pensil" de lo vasco, con la retahíla de plañidos elevando casuísticas menores a la categoría de idem.

    Cuando me habla alguien de la "represión feroz del euskera, no tengo más remedio que acordarme de un sucedido que me aconteció en primera persona, en el año 1964. Tenía yo la suerte de tener una amigo que era el hijo del primer fagot de la orquesta de San Sebastián y nos colábamos ambos a los ensayos que se hacían en el Victoria Eugenia, por la entrada de los artistas. Además de divertirnos con los lances de las exigencias de los diferentes directores, nos dábamos una ración gratis de una música que nos gustaba, sin merma de nuestras pagas semanales, que aún andábamos en esas economías de caridad familiar. Por ejemplo, asistí a todos los ensayos para el estreno (creo que en España) del "Carmina Burana" de Orff, bajo la batuta del exigente Rafael Fruhbeck de Burgos, que estrenó un aparetejo, tipo radar o sonar, para afinar instrumentos, un adelanto que era una barbaridad, al decir de Don Hilarión.

    A lo que iba. Los ensayos solían ser los domingos hacia las diez de la mañana, prácticamente todas las semanas y allí que nos íbamos el par de frikis que no sabíamos que lo éramos. Pero una semana, el amigo no quedó conmigo, llegó el domingo y yo, sin llamarle a su casa, me fui por mi cuenta al Teatro, colándome por el sitio habitual sin el menor problema. El patio de butacas, habitualmente con pocos espectadores en los ensayos (había otros, más talluditos que nosotros, pero no gran cosa), estaba esta ves prácticamente lleno, lo que me extrañó. "Pues a ver qué se ensaya hoy, que va a merecer la pena", pensé, y me deslicé en una butaca libre. Empezó la función y hete aquí que, de música, rien de rien. Era una obra teatral en eusquera. Un señor, vecino de mi butaca, me contestó, amablemente, ante mi pregunta de si eso no era un ensayo de la orquesta, que no, que era una pieza vasca titulada "Kresaletan" ("Entre salitre", como gentilmente se avino a traducirme)y que si yo no entendía el vasco, pues no me iba a enterar de nada. Le agradecí la información y me escabullí por donde había entrado y, posteriormente, le dije a mi amigote que para la próxima que avisase, coño.

    Pues eso, que de clandestinidad y persecución con el eusquera, ni mú, palabrita.

    También por aquella época se vendía por las calles y en los kioskos, sin la menor traba, la revista "Zeruko Argia", así que la épica de la resistencia va ser como la de los franceses durante el gobierno de Vichy, una dilución homeopática al 50 en la escala centesimal.

    Magnífico artículo, BELOSTICALLE.

    ResponderEliminar
  2. Amigo LINDO, su anécdota del 'Victoria Eugenia' tiene doble valor: porque es muy buena en sí, y porque es una entre tantas que podrían recogerse, todas en un mismo capítulo sobre la Represión del Euskera bajo el Franquismo.

    Del catalán se podría decir otro tanto, y aun más (porque allí publicaban mucho más). Por dar un ejemplo que tengo a mano: la Historia dels Catalans, dirigida por F. Soldevilla (Barcelona, Ariel, 1961), con cuatro tomos publicados; fallido el IV, pero no por la censura. Y volviendo al vascuence, la obra de Azkue, Euskalerriaren Yakintza, de 1934, se reimprimió en 1959 (Madrid, Espasa-Calpe).

    El número y calidad de obras publicadas entonces, con depósito legal y de contenido sorprendente hoy en día, creo que daba para una biblioteca. Por cierto, no pocas de esas obras transparentes a la censura tenían más miga que otras clandestinas y menos documentadas.

    Hoy aquí se necesita más 'ortodoxia' para optar a un premio literario oficial, que antes para poder publicar a secas.

    Y lo mismo en otros órdenes. Así, unos amigos decoradores me han hablado de la autocensura cromática que los artistas se imponen en sus proyectos para entes de la CAV -- o también para Cataluña.

    Todo esto es muy grotesco, y supongo que ya habrá gente a la tarea de historiarlo.

    ResponderEliminar
  3. Estimado belosticalle, he intentado dejarle una breve cronología -entiendo que no exhaustiva, pero le aseguro que sí muy descriptiva- de la profusión con que la literatura catalana proliferó durante el franquismo, pero creo que me paso de caracteres y no puedo mandársela. Si le interesa tenerla a mano, teclee en google "heterodoxias.net christmas de franco en las lenguas proscritas": El 4º post del hilo así titulado la contiene.
    Un saludo, punki y español.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, MARÍA. Este debe de ser su enlace, y esta la lista:

    «…citaremos una breve cronología de la profusión con que la literatura catalana proliferó durante el franquismo:

    1942. Aparece el libro “Rosa mística” de Mossén Camil Geis, editado en Sabadell e impreso por Joan Sallent en catalán.

    1944. Josep Vergés fundador de “Destino” en 1939 junto con Ignacio Agustí y el poeta Joan Teixidor, establecen el 6 de enero de 1944 el premio “Eugenio Nadal” que daba a conocer a la joven Carmen Laforet y a su novela “Nada”. El galardón descubrió a narradores tan importantes como Miguel Delibes, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio o Carmen Martín Gaite.

    1945. Con apoyo y subvención del Gobierno se celebra el centenario de Mossén Cinto Verdaguer.

    1947. Se otorga el premio “Joan Martorell” para novela en catalán. Son premiados Celia Suñol por su novela “Primera Part”; y “El cel no és transparent”, de María Aurelia de Campmany.

    1947. Se crea el premio “Ciudad de Barcelona”.

    1949. Para narraciones cortas se crea en la Casa del Libro el premio “Víctor Català”, así como los premios “Aedos” para biografías, “Josep Ysart” para ensayos y el “Ossa Menor” que ideó el gallego-catalán José Pedreira, cambiándose luego el nombre por el de “Carles Riba” a la muerte de éste, en su honor.

    1951. Se otorga un premio a la poesía en catalán con la misma cuantía económica que a la española. Posteriormente el premio se amplia a otras actividades culturales como “Teatro” y “Bellas Artes”.

    1951. José Mª Cruzet funda Ediciones “Selecta” para obras escritas en catalán. En colaboración con Aymà concede el “Joanot Martorell” al insigne veterano de la pluma Josep Plà por su creación “El carrer estret”, una de las más bellas narraciones en catalán de nuestro tiempo.

    1952. En la visita del Generalísimo Franco a Cataluña, en el mes de junio, se inaugura la cátedra “Milà i Fontanals” para el estudio científico de la lengua catalana.

    1955. El poeta y escritor José Mª de Sagarra recibe la orden de Alfonso X el Sabio con ocasión de la publicación de su obra en catalán titulada “Memories”.

    1956. Nace “Lletra d’Or”, sin recompensa económica y tiene como galardón una “F” de oro, distinguiéndose con él al mejor libro del año anterior escrito en catalán. El primero en recibir este galardón fue Salvador Espriu por “Final de Laberint”. 1959. Los premios barceloneses “Crítica” se incorporan a la producción en catalán.»
    (sigue)

    ResponderEliminar
  5. (final)

    «1960. El Centro de Lecturas de Valls, inicia un curso de lengua y literatura catalana de carácter público.

    1960. En Barcelona se crea el premio “Sant Jordi” para novela, dotado con 150.000 pesetas, cantidad análoga, intencionadamente, a la del “Nadal”.

    1960. Con subvención del Gobierno se celebra el centenario del poeta Joan Maragall.

    1965. El gran poeta y canónigo de la catedral tarraconense, don Miguel Melendres, edita su obra “L’esposa de l’anyell”, un poema en catalán de doce mil versos. Encuadernado en rica piel blanca, lo lleva el Arzobispo de Tarragona, doctor Arriba y Castro, al Papa Pablo VI, que recibe complacido esta singular muestra de la hermosa lengua catalana que le llega de España.

    1965. El Ateneo Barcelonés monta un curso de Filología Catalana.

    1965. A los Premios Nacionales de Literatura, se le añade el “Verdaguer” para producción en catalán.

    1966. Barcelona rinde homenaje a su ilustre hijo Maragall, en el que intervienen Gregorio Marañón, Pere Roig, José Mª Pemán y Ruiz Jiménez. En los jardines que llevan el nombre del poeta, en Montjuic, se le eleva un busto.

    1966. Radio Tarragona organiza a través de sus antenas unos cursos de catalán con profesores especializados.

    1967. La Diputación de Lérida dota una cátedra de “Lengua catalana”.

    1967. La Diputación de Barcelona acuerda dar cursos de catalán en todos los centros culturales dependientes de la corporación y acuerda fundar la cátedra de Lengua Catalana en la Facultad de Teología de Sant Cugat (Barcelona).

    1968. Editorial Destino completa el “Nadal” con el nuevo “Josep Plà”, concedido a “Onades sobre una roca deserta” de Terenci Moix. En la selecta lista de los que lograron este galardón figuran lo más florido de la narrativa catalana: Baltasar Porcel, Teresa Pàmies, Cirici Pellicer, Marià Manén, Enric Jardí, Llorenç Villalonga, Jaume Miravilles y Jordi Sarsaneda

    1968. En Gerona se otorga por primera vez el “Prudenci Bertrana”

    1969. Nace el “Premi d’Honor a les Lletres Catalanes” con destino a la consagración de escritores noveles.»

    De nuevo, muchas gracias.

    ResponderEliminar