domingo, 23 de agosto de 2009

“A los pies de la derecha”

(Un problema de topología política)



 

Desde que Alicia se redescubre en el espejo, siempre nos tortura la misma paradoja:

—¿Por qué el tipo del otro lado es mi zurdo, pero no mi antípoda?
—¿Cómo, que no? Túmbate y verás.
—¡Ahivá, pues es verdad! Y sigue siendo mi zurdo, pero ahora está a mis pies…

En efecto, para apreciar esto último hay que tumbarse, con los pies hacia el espejo. Lo que indica que, en posición 'normal', derecha e izquierda nos resultan más relativas que arriba y abajo. Seguramente es así desde que un ancestro homínido se puso bípedo. Por eso siempre hay que andar precisando: «A la derecha (la del espectador)» Por eso 'babor/estribor' es problema para mucha gente incluido el viejo lobo marino del cuento, que lo llevaba apuntado en una chuleta. Y eso es así en la tierra como en el cielo, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre; es decir, a la izquierda según se les adora… En cambio, arriba siempre es arriba y abajo es abajo… al menos mientras no hagamos volatines.

¿Y en política? Para el personal ordinario, eso de 'la derecha' y 'la izquierda' es muy relativ0. No así para los políticos, que por lo visto planean por un espacio absoluto. Sólo así se explica que un señor de Aralar le ha afeado al lendacari socialista López «estar a los pies de la derecha». Y no de cualquier derecha, sino «de la derecha más reaccionaria».

Antes de proseguir, hagamos un experimento. Busquemos en Google «la derecha más reaccionaria». Resultados: 7.190. En cambio, para «la izquierda más reaccionaria» obtenemos 245 solamente. La izquierda es más faltona, aunque su insulto ya es sólo una frase hecha. De paso vemos que 'reaccionario' no es monopolio de la derecha. Adelante.

Aralar es un partido menor, que se autositúa en la 'izquierda aberzale'. Seguramente los de Aralar en su paraninfo político se ven sentados a la izquierda del PSE/PSOE, no lo sé. Sólo sé que, con la indicación del caballero aralaritano, no sé nada sobre dónde se sitúa el Sr. López. Lo único que percibo es que el aberzale tiene de la derecha política en general un concepto negativo, y que una derecha en especial le parece el colmo de la perversión: la que (según él) ocupa el Partido Popular.

Porque ésa es otra. Lo de 'derecha/izquierda', que tuvo origen en las Cámaras francesas del siglo XIX (siempre desde el punto de vista de la Presidencia) y a tenor de los partidos de entonces, con la evolución semántica natural en semejantes cosas se ha cargado de valor maniqueo, y hasta sirve para insultar, llegado el caso. O llegados 7.190 casos.

En esto último, las izquierdas han sido más pertinaces. Niño que me tocó ser de derechas en la República, lo de 'las izquierdas' me sonaba entonces como chusma vitanda, no recomendable, en opinión de monárquicos, carlistas y nacionalistas, que mayormente me rodeaban y eran 'las derechas', por así decirlo, en todo caso la gente de orden. Los otros, de entrada no iban a misa, y cada vez que había gresca política siempre empezaban ellos.

Luego vino Franco con sus extravagancias, eso de pintar el mapa político de España sin puntos cardinales, unas Cortes sin derechas ni izquierdas y un sindicalismo a plomada. Con la transición, el centro cobró cierto lustre; pero mientras el término 'izquierda' pierde carga peyorativa entre unas derechas modernizadas, y por tanto algo izquierdizadas, la propia izquierda en sus nuevos avatares mantuvo el tono negativo agresivo para referirse a 'las derechas'. Acabamos de verlo en Google. Y en ese enredo estamos.

Personas bienintencionadas han buscado dar sentido racional a esa antítesis política, derecha-izquierda, con poco éxito. No he logrado leerme entero el libro de Gustavo Bueno sobre el tema (El mito de la izquierda: Las izquierdas y la derecha, Barcelona, 2003), aunque hasta donde he llegado, me da que el autor tiene su querencia.

Hay quien va más lejos, hacia una 'racionalidad inmanente' de ambos conceptos, en pie de igualdad con las teorías científicas (Newton, Darwin…). Ahí me pierdo. Mi cabeza es demasiado tosca para asociar los partidos políticos al uso con ideologías y sistemas coherentes. ¿A qué negarlo? Tan iguales los veo, que cuando toca votar me recelo de que serían capaces de venderme todos ellos la misma pollina, pues de hecho toda pollina cabal es un organismo bilateral, a base de dos mitades, una derecha y una izquierda, unidas por el centro, como nos explicaba un profesor de Biología que era morfólogo.

Por eso resulta pintoresco que alguien de Aralar reproche a un supuesto colega de izquierdas estar a los pies de una derecha. Si, por ejemplo, la 'función izquierda' implica ante todo «una capacidad de integración de nuevos individuos o grupos de otras culturas…, actuando la derecha en sentido contrario, reforzando relaciones excluyentes» (G. Bueno), que alguien explique el izquierdismo de Aralar y de cualquier otro partido nacional-soberanista vasco.

Pero sigamos leyendo y comparando:

«La característica de la 'función derecha' quedaría correlativamente constituida por estos dos conceptos: el concepto de 'intuicionismo preterrracional' y el concepto de particularismo. Por su componente intuicionista, las 'derechas' se autoconcebirán como alternativas políticas prácticas cuyos principios se dicen inspirados en alguna revelación, ya sea dada a una elite, a un pueblo, o a un individuo ('genialismo' de Fichte, 'individuo carismático' de Weber). Por su componente particularista, las derechas se autoconcebirán principalmente como alternativas políticas orientadas al fortalecimiento de un grupo, raza, pueblo o clase social» ( L.M.G. citando a G. Bueno, «En torno al concepto de 'izquierda política'», pág. 16).

Con ese escantillón, me temo que Aralar no es de izquierdas. Por muy socialista que se autoafirme, lo suyo será siempre nacional-socialismo: la derecha más reaccionaria. Y pueden añadir (si gustan) que a mucha honra; que el que a los suyos se parece, se la merece.

La misma topomitología inspira al socialista Pastor disculpar el pacto de su partido con el PP como 'excepcional'. El mismo pacto que sus adversarios del PNV calificaron como 'contra natura'. ¡Qué cosas hay que oír! Dado que los populares sean de derecha, ¿alguien ve a su izquierda al PNV?

Los propios socialistas pueden tener algún ramalazo de izquierdismo (nadie es perfecto), como cuando Pepe Blanco anuncia que los que cobran nómina o pensión tendrán que repartirla para enjugar el déficit público. Fuera de esas humoradas, nuestros socialistas son tan gente de orden como quien más.

¡Excepcional! Y tan excepcional: coger por los pelos la ocasión de hacerse con el poder sin coste apreciable. Gracias a la sensatez del PP vasco. ¿Es eso ponerse a los pies de la derecha? Pues muy señora nuestra. Porque aparte del propio PSE, que rompe el tabú de Ajuria-Enea, tampoco sale perdiendo el PNV. No sólo ha despertado de un falso sueño de eternidad, sino que se ha librado de un líder tan aventurero y desestabilizador como Ibarretxe.

En una palabra: circularidad. El espectro político actual no está bien representado como derechas e izquierdas con relación a un centro imaginario. Es más como una tabla redonda, donde cada comensal está a la derecha y a la izquierda de los demás, atentos todos y cada uno a un centro de mesa muy real, donde se sirve votante.

domingo, 16 de agosto de 2009

Hoy, San Roque



El pueblo cristiano prefiere los santos útiles. Le importa menos que sean especialistas o multiuso, con tal que sirvan de algo y se ganen la vela que consumen. De ahí también cierto reciclaje santoral, suplantaciones incluso descaradas, préstamos y trasiegos de vidas y milagros.
San Roque llegó a ser en el Barroco uno de los santos más populares, un okupa o heredero de nichos y ermitas que antes fueron de otros bienaventurados desventurados, por así decirlo, venidos a menos. Llegó con la Peste, y por la peste ganó la gloria y el fervor popular. Cesada la gran pandemia bubónica, el prestigio del santo sanador era ya imparable, e indiscutible su poder frente a otras plagas y otros bienaventurados curanderos. 
La Peste entró en Europa en 1347/1348, con terrible virulencia hasta 1350, y ramalazos hasta fin de siglo. Quedó el recuerdo del caos, la desmoralización, orgías pecaminosas por aquí, penitentes flagelantes por allá. Pero también hubo gente abnegadas y no poca organización asistencial. 
Eso sí, aquello no era la lepra de San Lázaro ni el fuego de San Antón. Era otra cosa. Y como siempre, a aprieto nuevo, santo nuevo. Así surge la figura de Roque en diferentes ciudades a la vez, como el hombre providencial al servicio del prójimo. Los rebrotes de peste en los siglos XVII y XVIII no harán sino ponerle de actualidad. Hoy, cuando los santos ya no sirven para nada de provecho, algunos como San Roque, titulares afortunados de iglesias y ermitas,  han quedado a perpetuidad como patronos y pretexto de romería y fiestas populares.
A todo esto, ¿quién fue san Roque?
¡Ah! Esa sí que es buena pregunta. Porque si hay pocos santos tan inconfundibles como él en la imaginería, yo no conozco ninguno de fama comparable que tenga una leyenda tan confusa. Y aun diría más: San Roque podría ser un destilado y un refrito de diferentes héroes anónimos en distintos lugares, dedicados todos al mismo servicio hospitalario. De ahí el primer rasgo para explicar la aparente ubicuidad del santo: fue un joven 'peregrino'. Un catalán (de Montpellier), que pasó por Italia haciendo el bien y curando apestados. Como buen catalán, viaje de ida y vuelta.

A un personaje así le cuadra ser misterioso. Y aquí vino de perlas la leyenda de otro antiguo santo peregrino y 'hombre de Dios': San Alejo, noble romano, que por amor a la castidad en la noche de bodas deja plantada a su novia y se embarca para Tierra Santa, viviendo de incógnito en Oriente, hasta que agotado por el servicio del prójimo vuelve a casa, donde nadie le reconoce hasta después de muerto.
Así también, nuestro Roque –de la familia de los Roch o Roq, grandes señores del Rosellón, con algunos altos magistrados en Montpellier (pues parece que Roque era apellido, no nombre de pila)—, huérfano rico, cede a un tío suyo el gobierno de la ciudad y a los pobres su herencia, y peregrina a Roma. Un viaje que le lleva al encuentro con la Muerte Negra. Y para que nada falte a estas vidas paralelas, cuando al fin vuelva a casa, nadie le reconocerá. Como en la leyenda de Alejo, la imprescindible anagnórisis o reconocimiento final vendrá, como deus ex machina, gracias a un oportuno papelito que aparece en la mano del cadáver.
Leyendas, como digo, confusas. Tanto así, que los buenos padres bolandistas, al llegar en sus Acta Sanctorum al 16 de agosto se ven en un brete, hasta hacer esta protesta enternecedora: «Nosotros, siempre a favor de los santos…» (En su crítica del profeta Elías como fundador de la Orden del Carmelo, estos jesuitas ya tuvieron buena agarrada con los carmelitas; los mismos que ahora eran propagandistas acérrimos de San Roque.)
El primer problema es situar al personaje en el tiempo. La opinión más probable sería que nació hacia 1295 para morir en 1327. «¿Pero quién garantiza una cronología exacta del santo?», se preguntan.

Ahora bien, por muy a favor de los santos que un bolandista quiera estar, su erudición no le dejará comulgar con ruedas de molino. Y lo poco que encuentran de Roque es todo tardío, indocumentado y contradictorio; un collage de episodios, unos prestados, otros de relleno. Además, el desparpajo de los 'hagiógrafos' es asombroso. En Roma, el uno pone a Roque en contacto con un cardenal, que le presenta al papa; cuando es sabido que en aquel tiempo no había papas en Roma, porque vivían en Aviñón. Por otra parte, si muere en 1327 no pudo cuidar y curar a verdaderos apestados, porque lo plaga apareció más tarde en Italia.
Tampoco se sabe quién ni cuándo le canonizó. Lo que dice por su cuenta otro biógrafo es que, reunido el Concilio de Constanza «para suprimir la herejía de los griegos», el mismo Concilio en 1414/1415 declaró a Roque santo abogado contra la peste, por haber librado de ella a la ciudad. Pero, como bien notan los citados autores, ni el concilio se juntó allí para ese fin de acabar con el cisma de Oriente, sino con el de Occidente, ni consta que por aquellas fechas hubiese peste en toda la zona, ni (por decirlo en dos palabras) nada de nada, pues para entonces ya nadie se acordaba del tal Roque.
De un santo se puede ignorar casi todo, menos una cosa: su muerte. San Roque estuvo a punto de morir contagiado, y en efecto habría sido un hermoso fin para un héroe de la caridad. Pero no fue así, porque mientras estuvo enfermo y abandonado de todos, un perrito caritativo impidió que muriese de hambre trayéndole en la boca el pan de cada día, hasta que se curó. Fue entonces cuando emprende el viaje de vuelta a casa. Para más intriga, en algún lugar le toman por espía y da con sus huesos en la cárcel. Unos dicen que fue en el norte de Italia, otros que en su propia patria, Montpellier. En cualquier caso, parece que murió en la mazmorra olvidado, tal vez sin sacramentos, cinco años después. 
Naturalmente, la cosa no podía quedar así, valiente final. Por eso, los mismos que habían adornado el nacimiento de Roque con una 'anunciación' celeste, y su vida como bebé con las repetidas historias de rechazar la teta los días de ayuno, etc. etc., ahora imaginan al carcelero viendo por la mirilla de la celda a un joven resplandeciente que ayuda al preso a bien morir, dejando luego discretamente un carnet de identidad entre los dedos del cadáver.
De un santo así, las reliquias abundan de forma prodigiosa. Omitiendo detalles prosaicos de su cráneo, espinazo y otras piezas de su osamenta, baste citar para muestra su bordón de peregrino, del que existen varios ejemplares, siendo el más famoso y copiado el de París, llamado el 'bordón hexápodo' porque mide seis pies.
Aunque también, por otra parte,se afirma que en 1485 el cuerpo entero de san Roque fue robado y llevado a Venecia. También ahí ven los bolandistas algún problema. Aunque en verdad, más problema es darle cuerpo a un fantasma que cambiárselo de lugar, pienso yo. En todo caso, otros dicen que para entonces estaba en Arlés y no se movió de allí. Y lo de Venecia, bienvenido sea, si ha dado pie al Tintoretto y otros artistas venecianos para pintar tantas superficies.

La devoción de San Roque ha tenido grandes promotores en los franciscanos y capuchinos, por la pretensión de que fue terciario de la Orden. Tampoco esto último lo ven los bolandistas nada claro. Y si ellos no lo ven, menos lo verá un lego como yo, que además escribo en un pueblo donde San Roque es sólo un santo más, en nada comparable a San Antón, nuestro patrono, que sin hacer concesiones al veraneante, tiene su fiesta en el crudo enero.
No obstante, con esto de la porcina peste o gripe A, sin cura científica hasta la fecha, decid conmigo por si acaso: Sancte Rocche, ora pro nobis.

martes, 4 de agosto de 2009

Precisión



El Diccionario de la RAE registra varias acepciones del término precisión. He aquí dos de ellos:

2. f. Determinación, exactitud, puntualidad, concisión 4. f. Fil. Abstracción o separación mental que hace el entendimiento de dos cosas realmente identificadas, en virtud de la cual se concibe la una como distinta de la otra.

A lo que se ve, la Academia no recoge otra acepción retórica de precisión en el sentido de reticencia, cuando empezamos a decir una cosa y, por algún respeto, cortamos el discurso dejándola a entender.
Aquí vendría bien un ejercicio de aplicación para usar con propiedad la palabra. Empezando por la acepción número 2, haremos la siguiente

1. Precisión sobre la novedad del término vasco.

Escribiendo la entrada anterior (miércoles 29 de julio), no tuve a mano algunas fuentes habituales, que ayer he podido consultar. Sin quitar nada de lo dicho, me gustaría puntualizar y completar algún dato. Me refiero a los dos diccionarios de la lengua más importantes de los siglos XVII y XVIII respectivamente.


1.1. Sebastián Covarrubias Orozco (1539-1613), toledano, canónigo de Cuenca, fue autor del Tesoro de la Lengua Castellana, o Española (Madrid, Luis Sánchez, 1611; 2ª ed. añadida, 1673/4). Uso la edición de Martín de Riquer.


Por supuesto, la palabra 'vasco' le es totalmente desconocida. Tampoco registra 'vascongado' como gentilicio (sólo como nombre de la lengua, vascongada), aunque ya lo usó en el siglo XVI Martín de Azpilcueta, el 'Doctor Navarro' (derecha), en su Manual de confesores y penitentes (1553), que Covarrubias tuvo que conocer necesariamente.
Aquí nos interesan primeramente dos entradas sinónimas: Gascuña y Vascuña:

Gascuña. Es lo mesmo que Vascuña. Gascones y vascones.
Abraham Ortelio dice ser Navarra, según la opinión de Tarafa, y añade: Postquam autem ex Hispania in Galliam se transtulere, Gascones dicti fuere, ut hactenus vocantur.
De allí se dixo su lengua gascuence o vascuence.
Verás al padre Pineda en su Monarquia Ecclesiástica, en la segunda parte, lib. 14, cap 16, § 5, y dize assí:
«Vasconia, que agora se llama Gascuña, de la otra parte de los Pirineos; y dize bien Blondo Fabio Forliviense que Vasconia quiere dezir en lengua góthica Gothia Occidental; y en tal caso no Vasconia sino Vasgothia se avía de llamar; y es creyble aver sido assí, sino que con la corriente de los tiempos se mudan las cosas y sus nombres». Hasta aquí Pineda.

[El Tarafa citado es el canónigo catalán Francesc Tarafa, en su deficiente Crónica de los Reyes de España (Amberes, 1553), traducida del latín por Alonso de Santa Cruz (1562). Pineda es fray Juan de Pineda, franciscano, autor de una Historia Universal del Mundo, titulada extrañamente Monarquía Eclesiástica (1ª edic. completa, Salamanca 1588). No confundirle con el padre Juan de Pineda, docto escriturista e inquisidor jesuita o 'teatino', que según Góngora, tenía más de 'tea' que de 'tino', al menos como censor; y no le andaba lejos Quevedo. El Forliviense fue Flavio Biondo de Forlì (1392-1463), un secretario papal humanista y arqueólogo, precursor de Gibbon como historiador del decadente Imperio Romano. Ortelius fue el realizador del primer atlas mundial, el Theatrum Orbis Terrarum, con 31 ediciones entre 1570-1612, donde se habla de los vascos franceses como emigrantes desde España.]

Vascuña. Por otro nombre dicho Gascueña y por otro Lipúzcoa y Cantabria; comprehende en sí los pueblos de Bizcaya y parte de Navarra. La lengua de los desta tierra llamaron vascongada. Tiénese por cierto que la primera población de España fue la de esta tierra, por Túbal, tataranieto de Noé; y es cosa admirable que hasta nuestro tiempos se aya conservado sin mezcla de otra alguna, excepto algunos vocablos que por la comunicación de los demás pueblos se avrán introducido. Esta gente hasta la predicación del Evangelio vivió en la ley de naturaleza, adorando un solo Dios verdadero. La Cantabria, Guipúzcoa, Álava, Vizcaya y las demás partes del reyno de Navarra que han participado y participan desta lengua, es de la gente más antigua y más noble y limpia de toda España.

[Subrayo el entusiasmo de Covarrubias por la leyenda de Túbal y por una gente que le parecería familiar por su segundo apellido, Orozco. Nótese la inclusión sólo de «parte de Navarra», lo que lleva a una identificación del 'vascuence' como topos lingüístico.]

También conviene conocer del mismo diccionario el artículo siguiente, donde el gasto lo hace básicamente Garibay:

Cantabria. Provincia en la España Tarraconense, que confina con las Asturias, de donde el mar Océano, vezino a ella, se llama Cantábrico. Vulgarmente se dize Vizcaya, y por otro nombre Lipúzcua o Guipúzcoa.
De los vizcaínos se cuenta ser gente feroz y que no viven contentos si no es teniendo guerra; y sería en aquel tiempo quando vivían sin policía ni dotrina. Agora esto se ha reduzido a valentía hidalga y noble, y los vizcaínos son grandes soldados por tierra y por mar; y en letras y en materia de gobierno y cuenta y razón, aventajados a todos los demás de España. Son muy fieles, sufridos y perseverantes en el trabajo. Gente limpíssima, que no han admitido en su provincia hombres estrangeros ni mal nacidos. Dellos escribe Silio Itálico:

Cantaber ante omnes hyemisque, aestusque, famisque / invictus.

Y luego hablando de los mesmos:

Nec vitam sine Marte pati: quippe omnis in armis
Lucis causa sita est, damnatam vivere paci.

Escriven de los cántabros, que quando vencidos de sus enemigos los enclavaban en las cruzes, que en aquel tiempo eran como agora las horcas, mostravan alegría y contento, cantando canciones en su lengua. Díxose también Cantábriga, según algunos autores de Brigo. Vide Estevan de Garibay, lib. 4, caps. 3 y 7.

[Aparte la misma visión idealizada del 'vizcaíno', hidalgo noble por su propia naturaleza y virtud, conviene precisar lo de «aventajados en letras», que como explicó Caro Baroja, se refiere a lo que se llamaba 'cosas de pluma', es decir, de escribanía, empezando por la caligrafía y siguiendo por la redacción y la contabilidad –«cuenta y razón»–, lo que les hizo destacar como buenos secretarios. En cuanto a lo de «gente limpísima», se refiere a 'limpieza de sangre', con un toquecito racista que ya apuntaba en aquellos orgullosos hidalgos, en una tierra inhóspita para 'extranjeros y mal nacidos': los que finalmente se señalarían como maketos, pero que de momento eran sólo judíos y moros, como también gabachos, tudescos o ingleses apestosos de herejía. Los versos latinos de Silio Itálico (siglo I) son de Las Guerras Púnicas,), poema épico muy apreciado entonces porque se creía que el autor fue sevillano de Itálica.]

Covarrubias no dedica entrada al vascuence. Sin embargo, en Bizarría propone esta etimología: «Otros dizen ser nombre bascuence 'bizarría' y 'bizarro', y que vale tanto como 'hombre de barba'…; y assí la bizarría no sólo se muestra en el vestido, pero también en el semblante y en la postura de la barba y vigotes». El mismo origen vascongado (bizarro = bizardun o 'barbado', de bizar, barba) había publicado poco antes Baltasar de Echabe en sus Discursos de la antigüedad de la lengua cántabra bascongada (Méjico, 1607), opinión que conoce la Academia, como vamos a ver.

1.2. El primer diccionario de la lengua autorizado fue el de la Real Academia Española (6 tomos, 1726-1739), llamado 'de Autoridades', por las citadas para ilustrar las entradas. Veamos las que no interesan:

Despachamos primeramente Bizarría, artículo basado en Covarrubias, suspensa la etimología entre el árabe, el italiano y el bascuence. Opinión esta última que subleva a don Juan Corominas en el extenso artículo Bizarro, a favor del italiano (Corominas-Pascual, Diccionario etimológico castellano e hispánico, 1: 595-597).

El 'bascuence', escrito con be en el artículo 'bizarría', tiene en este Diccionario entrada propia con uve:

Vascuence. s. m. El idioma, ù Lengua de Vizcaya. Lat. Idioma Cantabricum. Ambr. Mor. lib 9, cap. 3. De lo dicho resulta entenderse, cómo no tienen buen fundamento los que quieren decir, que la lengua que los Vizcaínos agora tienen, y llaman Vascuence, fue la común antigua de toda España.

Vascuence Se llama también lo que está tan confuso, y obscuro, que no se puede entender…

Vascongado, da. adj. que se aplica al dialecto de Vizcaya. Lat. Cantabricus, a, um. NAVARR. Man cap. 22. El qual, si viera los Obispados de Castilla, Navarra, y Francia, en que hay Vascongados, y Romanzados, no dixera esto.

[La 'autoridad' para el caso, Navarro, es el citado Azpilcueta en su Manual de confesores, lo que prueba que ya en el siglo XVI se decía vascongado, no sólo del idioma, sino de los que lo hablan, los euscaldunas.. La otra autoridad anterior es Ambrosio de Morales, cronista de Felipe II y contrario a la tesis vascoiberista de Garibay]

Lo que no existe para el Diccionario es el término vasco, ni como adjetivo ni como gentilicio. Sólo unas décadas más tarde el adjetivo hará inclusión como galicismo, desde Francia.
Sin embargo, hay una entrada que a primera vista haría suponer la presencia de 'vasco' desde mucho antes. Me refiero a la voz

Basquiña. s. f. Ropa, o saya que trahen las mugéres desde la cintúra al suelo, con sus pliegues, que hechos en la parte superior forman la cintura, y por la parte inferior tienen mucho vuelo. Pónese encima de los guardapieses y demás ropa, y algunas tienen por detrás falda que arrastra. …

La relación entre 'basquiña' y 'vasca' es obvia para Corominas. Incluso existe la variante basca, 'especie de jubón' (dice), V. basquiña. Veamos pues:

Basquiña, del port. anticuado vasquinha íd., diminutivo del gentilicio vasco. 1ª doc.: 1547, Palmerín.

En portugués se halla también desde el s. XVI. El uso en la Península ha de ser algo anterior, pues el fr. basquine, de uso frecuente en el siglo XVI y tomado del castellano, ya aparece en 1535 (Schmidt, ref.). Baltasar del Alcázar emplea la forma castellanizada basquina, de donde viene el fr. basquine, ya en Rabelais, Gargantua, cap. 56 (Sainéan, la Langue de Rab. I, 164). Ast. basca 'vestidura parecida al jubón, hecha de bayeta' (V.). El hispano-árabe gaskûn traducido "camisia" por R. Martí, y procedente también del lat. VASCONEM (>gascón) ha de tener origen semejante; pasó al val. basquinya (= cat. faldilla) a. 1575… (Corominas-Pascual, 1:536).

¿Qué decir de ello, y en especial de lo que marco en negrita y amarillo? Con todo respeto a filólogos tan autorizados, creo que la palabra no deriva del castellano 'vasco', sino del francés basque. De hecho, ya dice que la variante arábiga para Ramón Martí (siglo XIII) en femenino sonaría igual que 'gascona'.
La primera referencia francesa, 1535, es precisamente el año de publicación del Gargantua. El citado cap. 56 es muy interesante para la nomenclatura del traje, tanto femenino como masculino, pues describe la supuesta moda de vestir en la imaginaria Abadía mixta de Thélème. Allí se dice que las monjas, por debajo de la camisa, «vestoient la belle vasquine, de quelque beau camelot de soye» (vestían la hermosa vasquiña, de cierto hermoso camelote de seda). Un oximorón irónico, pues los camelotes se hacían de pelo de camello, o en su defecto de cabra, algo insoportable para las refinadas telemesinas. De camelote eran, por ejemplo, los cilicios de penitencia que se llevaban a flor de piel, como aquí la basquiña monjil, que siendo de seda, bien estaba para por debajo de la camisa.
Por cierto, la anotadora de la edición que uso de Rabelais, Oeuvres complètes, París, Seuil, 1973, pág. 200, despacha la vasquine definiéndola como 'corset très raide' (corsé muy tieso), que no sé de dónde lo saca, para señoras tan finas como las del camelote sedoso. Camelote (dice): forte étoffe de poil de chèvre (paño fuerte de pelo de cabra). Y así todo por el estilo. Sin comentario.

2. La precisión como operación lógica y figura retórica.

Aquí podríamos tomar como ejemplo las declaraciones de Joseba Egibar sobre ETA que publicaba ayer El Correo. No sobre el final de ETA, sino sobre su «decisión de parar», cosa que según el político jeltzale debe tener «un final dialogado», porque si no, ya se sabe (o por lo Menos Egibar lo sabe), «este tipo de fenómenos puede rebrotar».
Aquí sí que hay 'precisiones' a barullo (abstracción, reticencia, de todo...). Lástima que lo anterior ha salido un poco largo y no queda sitio para otro tanto. Otro día será.