jueves, 7 de mayo de 2009

JURAR O PROMETER





Es curioso. El primer lendacari no nacionalista ha optado por el 'prometo', en vez del 'juro', suprimiendo al mismo tiempo una referencia expresa a Dios, ante el Árbol de Guernica. Y ha creído oportuno o necesario justificarlo, amparándose en su condición de laico. Curioso, digo, por la explicación, pues ya hace muchos años que los cargos públicos se juran o prometen, en presencia de esta o la otra símbología, a gusto de cada cual. Hace falta ser muy de aquí, para entender la anomalía.

La Comunidad Autónoma Vasca es seguramente la más 'religiosa' de todas. Si el apóstol san Pablo se diese una vuelta por aquí, como la dio por Atenas, nos dedicaría el mismo cumplido con que abrió su discurso ante al Areópago: «Atenienses, os veo en todo como la gente más 'religiosa'». O la más supersticiosa, pues eso significa más bien la deisidaimonía: temor supersiticioso a los duendes, a los echejaunes. Y lo dijo, porque a su llegada le dejó estupefacto y fuera de sí aquella ciudad tan kateídolon, toda llena de ídolos y símbolos cuasi religiosos (Hechos, 17: 16 y 22).

Sólo en un contexto semejante son inteligibles expresiones oídas y leídas últimamente, en torno a los anunciados cambios de ritual en la ceremonia ante el Arbola Santua. ¡Qué sacrilegio! ¿Se atreverá el socialista a cambiar ni una coma del juramento 'tradicional' de sus antecesores? Állá él, si se queda sin el carácter y carisma de auténtico Lendacari, reducido a un mero 'presidente' como en cualquier autonomía del montón, sin legitimidad para el auténtico Pueblo Vasco y sus Ancestros.

La laicización del nacionalismo vasco no debe engañarnos, lo religioso se mantiene intacto. En muchas partes ha habido árboles juraderos, ermitas juraderas, pero ya son historia…, menos aquí, donde son esencia. En muchas partes se ha implantado la opción de jurar o prometer cargos. También aquí; pero nunca (hasta hoy) en la investidura de un lendacari ante el Roble sagrado. Y aunque el segundo mandamiento del Decálogo prohíbe perjurar, la escuela casuística de rabí Anasagasti ('Presidente o Lehendakari') habría preferido el perjurio al sacrilegio. (Y de paso, a ver si con un poco de suerte un rayo del cielo le dejaba al intruso en el sitio.)

Puestos a desbarrar, hagámoslo al menos con lógica. Tenemos una herencia cultural encarnada en símbolos, ritos y fórmulas que han perdido su magia original, en especial la carga religiosa. Hemos oído a san Pablo, refiriéndose a la religión de los griegos con un término ambiguo. La religión romana no era exactamente igual, aunque allá le iba. Ésta, sin ser menos supersticiosa y mágica, era más formalista y oficial, despegada de las creencias personales. Hasta las ceremonias más sagradas, como podía ser la suovetaurilia –sacrificio de un cerdo, un carnero y un cabestro–, debían ajustarse con todo rigor al ritual, so pena de nulidad. Todo era sacro hasta el último detalle: el gesto del oficiante, las palabras etruscas incomprensibles pero bien pronunciadas, la ejecución del flautista, incluso los gruñidos del cerdo tenían su sentido interpretable, igual que las cagarrutas del carnero o las boñigas del novillo. Pero a nadie le importaba nada la devoción particular de los asistentes, desde el pontífice máximo hasta el recogedor de los excrementos.

Fue el cristianismo el que introdujo el elemento ortodoxo, con sus credos o símbolos de la fe, que había que recitar en vez del clásico juramento, para ser investido de cargos eclesiásticos, y luego también civiles. Y eso es lo que, en nuestro caso, representa la famosa fórmula de Aguirre: un credo nacionalista, corroborado por un segundo juramento –más ortodoxo si cabe, para su conciencia–, ante la Virgen de Begoña, prometiendo lealtad a la Iglesia Católica, al Partido y a la Patria vasca. Este acto segundo, verdadera religión teologal, se considera ya prescindible, pero aquello otro no, hasta hoy.

Ni siquiera tenía que faltar la Biblia. No una biblia cualquiera, qué va. Una que a su condición ordinaria de libro sagrado uniese la sacralidad añadida de estar en vascuence. En suma, un ejemplar de la que Jean-Pierre Duvoisin, ex seminarista capitán de carabineros, tradujo en sus horas libres aduaneras (1865-1869) para el príncipe Luciano Bonaparte. En verdad, las vascos somos gente religiosa.

Jurar, prometer. ¿Y qué más da, si a día de hoy los dos términos significan lo mismo? No sé de dónde sale eso de que el juramento es religioso y la promesa no. La promesa del creyente le obliga en conciencia; o sea, igual que la del no creyente. El juramento pagano fue religioso a su manera, como lo fue el jurar por o delante de árboles sagrados, y otras ordalías. Incluso se juraba 'por mi propio genio', expresión que solemos traducir al castellano coloquial con el eufemismo 'por mis cojones', aunque suena más elegante jurar 'por mi honor'. Eso de jurar 'por la salvación eterna de mis hijos' (o 'de mis nietos', no lo recuerdo ahora), quédese para don Corleone el Padrino. Quien quiera jurar por Dios que lo diga si quiere, aunque eso poco importa. Pero de veras, no entiendo por qué un 'laico' no puede jurar en laico, y tiene que valerse del sucedáneo 'prometo' como quien toca madera.

Hay discusión siempre abierta sobre los sinónimos exactos, como también sobre si ciertas palabras equivalentes en distintos idiomas significan exactamente lo mismo. Obviamente, jurar y prometer tienen distinto origen. No me alargaré explicando lo que fue jurar en latín (juro) o en griego (ómnymi, orkízo). Baste decir que se conserva el sentido de obligación plena, exacta y firme, al margen de la sanción –religiosa o no– que dicte la conciencia del que jura. Es decir, lo mismo que cuando el hombre –religioso o no– en vez de jurar promete.

2 comentarios:

  1. Amigo Belosticalle;
    Ni se me ha pasado por la cabeza nada de lo que dice en el blog de Santi. Es más, ya ví que su artículo estaba ayer en el aire, no así es del Patrón. Y no colgué el suyo ayer porque había una verdadera avalancha de comentarios e iba a pasar desapercibido. Es lo que tiene ser una agit-prop avezada, que se cojen trucos...
    Otra cosa, ¿Como sabe usted que tuvo una visita desde Praga? Esto del internet es cada vez más fantástico.

    ResponderEliminar
  2. Pussy, por Dios, que mi comentario en la Argos (10:37) es broma. Usted ya me conoce. Y yo también le reconozco que esta bitácora está muy en sus manos.

    Lo de Praga lo sé por un punto que vi por casualidad en el Bravenet, ‘Recent visitors map’. Hay otros servicios de seguimiento y más detallados, aunque suelen ser de pago. En todo caso, como bien dice, una maravilla.

    ResponderEliminar